Los jardines frutales o huertos en México son unidades de producción nacidas del sincretismo entre los conocimientos de origen árabe, español e indígena de manejo de recursos que incorporaron las órdenes de los franciscanos y dominicos durante el período de la Colonia (siglos XVI y XVII). Estas unidades llegaron a ser de una gran importancia por su número, producción, amplia distribución en el país y los ingresos que representaban para las poblaciones rurales hasta mediados del siglo XX (Del Amo y Vergara, 2001).
La conservación a escala local y los jardines especializados
La conservación de recursos naturales a escala local, como los frutales, requiere del establecimiento de pequeños jardines en las poblaciones que nos permitan conservar en forma responsable y participativa a las especies nativas que hoy son escasas o se encuentran en peligro de desaparecer. Esta conservación in situ es la mejor estrategia para la protección de la diversidad biológica a largo plazo, ya que implica la preservación de las comunidades naturales y de las poblaciones silvestres en su hábitat. El tipo de conservación in situ más extendido a nivel mundial es el de áreas naturales protegidas. Esta forma de conservar es poco eficiente para mantener nuestra enorme biodiversidad de cultivares de especies y variedades criollas. Por ello, la conservación local está cobrando gran importancia y se enfoca de manera creciente a la conservación practicada por los campesinos y el conocimiento local vinculado a ella (Massardo y Feinsinger, 2001). Como señalan Altieri y Merrick (1987) y Toledo (2001), este tipo de conservación “silenciosa”, que ha sido y es realizada actualmente por campesinos de todo el mundo, ha sido clave para la conservación de especies nativas criollas útiles.
El jardín botánico de frutales es un espacio donde se reúnen ejemplares de especies útiles y típicas de una región. A nivel comunitario, estos jardines son centros de educación sobre las ciencias naturales y temas de conservación. Además de las ventajas que ofrece la conservación in situ de especies y sus variedades en los jardines botánicos, está la posibilidad permanente de recursos bióticos para la producción campesina. Esta acción de conservación in situ constituye el primer paso para formar una red de tres jardines botánicos de frutales en Veracruz. Dos elementos fundamentales de la estrategia desarrollada son: primero, la convocatoria de la población local mediante un concurso y, segundo, la detección de líderes locales colectores y conservadores del germoplasma local. Estas dos acciones, además, tienen la ventaja de sensibilizar y estimular la colaboración de la población local en el proceso de conservación de estos recursos.
En este artículo describiremos la experiencia que tuvimos con el jardín botánico de frutales ubicado en la población de “El Salto de Eyipantla”, en el municipio de San Andrés Tuxtla en el sur del Estado de Veracruz.
Establecimiento de un jardín
Inicialmente se realizó un concurso de colecta de semillas y frutos en el 2004, en el que participaron los habitantes de San Andrés Tuxtla y sus alrededores. En el concurso se pidió información sobre el lugar, fecha y forma de colecta de las semillas y los frutos; usos que se dan a los frutos y características fenológicas, tales como época de floración y fructificación. Los objetivos principales del concurso eran contar con suficiente material para iniciar el jardín con especies propias de la zona y difundir el problema de conservación de los frutales. Este evento fue tan exitoso que fue adoptado por la Presidencia Municipal de San Andrés y se realiza cada año. En el concurso participaron varios grupos de la población civil, como escuelas, grupos de productores y productores en forma individual, obteniéndose un total de 2.240 semillas, de las cuales se identificaron 24 familias y 46 especies.
Taller de frutales / Foto: autor
El material colectado se llevó a un vivero rústico perteneciente a un grupo organizado de colectores de la localidad, bajo la supervisión de uno de sus integrantes. Esta persona donó un pequeño terreno y fue quien, posteriormente, se encargó del Jardín de Frutales. El Jardín se diseñó una vez que las especies de frutales fueron seleccionadas. El tipo de plantación utilizada es el marco real de 5 por 5 metros. Alrededor del marco se plantó un bejuco llamado “chochogo” (Coccoloba barbadensis Jacq.) como cerca viva y para delimitar el jardín (Cuadro 1 y Figura 1). Después de su establecimiento, el Jardín de Frutales ha continuado con la conservación de las especies propias de lugar.
Algunos datos comparativos
Para la determinación del cambio en el uso de especies frutales comparamos las especies y variedades de frutales que se obtuvieron en el concurso y que se utilizaron en el jardín botánico de frutales, con información proveniente de dos fuentes. La primera fuente es el catálogo de frutales del siglo XIX de Carpología Mexicana, con el que identificamos cuáles especies y variedades se producían en México para su venta en Europa y que actualmente han desaparecido de la zona. La segunda fuente que utilizamos son los conocimientos de dos líderes locales en la conservación de frutales en la zona, que mantienen un gran número de especies conservadas. Estos líderes son el Ing. Octavio Moreno Toto y el Sr. Ismael Calzada. Esta información nos permitió explicar hasta qué grado la población de la zona ha dejado de utilizar algunas especies de frutales en su vida cotidiana.
La colección del Ing. Octavio Moreno Toto, cuenta con 75 especies de frutales y la colección del Sr. Parada consta de 40 especies. En síntesis podemos ver que han habido muchos cambios en las especies frutales que se han conservado pero, en términos generales, hay especies que han permanecido desde el Siglo XIX como el grupo de los zapotes y entre ellos: zapote negro, zapote chico, zapote mamey, papaya criolla, mango, capullín y anona. Se nota también una diferencia cualitativa con las especies que han conservado los coleccionistas locales en cuyos terrenos aparecen frutales que el resto de la comunidad no ha conservado, tales como: toronja, tres tipos de plátano, limoncillo y limón agrio, nanche y jobo. En todos los casos dominan las especies introducidas, como cítricos, plátanos y mango.
Reflexiones y recomendaciones finales
La presencia de un buen número de especies no identificadas y conocidas sólo por su nombre local nos indica el enorme potencial de frutales en la región y la necesidad de realizar jardines, concursos y otras iniciativas que ayuden a conservar estos recursos. Un factor determinante para la conservación de frutales en poblaciones locales es la presencia de líderes conservacionistas y coleccionistas locales. En este caso, los líderes son depositarios y guardianes de un mayor número de especies y variedades, incluso su colección viva de especies supera a las encontradas en el siglo XIX, ya que también poseen especies originarias de la zona que actualmente no se cultivan. Estos líderes suelen recolectar muchas especies silvestres para consumo propio.
Existen especies y variedades que han caído en desuso por la competencia con los nuevos frutales, generalmente exóticos e introducidos o bien por las nuevas características que demanda el mercado. Por tanto, hay muchos frutales de la región que actualmente se desconocen. La única forma de recuperar esta información es mediante la historia oral, es decir, entrevistando a aquellas personas que han vivido hace tiempo en la comunidad o que conocieron los frutales y que nos pueden relatar cómo y por qué se han ido perdiendo estas especies. La sistematización de esta información puede constituir un elemento clave para el futuro manejo alternativo de unidades de producción. Las fuentes históricas también son de suma importancia, porque podemos observar los cambios que han sucedido de una época determinada a otra, o en un lugar específico, y para poder comparar ciertas especies frutales y sus variedades con las de otras épocas.
Los jardines botánicos de frutales, comunitarios o individuales, constituyen una estrategia positiva y viable para involucrar a la población local en el rescate y mantenimiento de especies frutales que se están perdiendo en una zona. Mediante el establecimiento de un jardín se logró que los pobladores se interesaran en tener dichas especies en sus parcelas, utilizarlas para el autoconsumo y potencialmente venderlas en los mercados locales. También se observó que el concurso ayudó a que las personas se interesaran en difundir estas especies e intercambiar semillas y variedades con sus familiares, amigos y otras comunidades de la región. Los jardines botánicos permiten, en el largo plazo, la protección y conservación de la diversidad biológica de la región y de su germoplasma. El establecimiento de jardines botánicos locales es una estrategia eficiente para la conservación del germoplasma y tiene las siguientes bondades:
• Favorecer que las especies sigan expuestas a las condiciones naturales para su evolución y se utilicen para el mejoramiento genético.
• Constituirse en un patrimonio natural, económico, cultural y social para la comunidad.
Los jardines locales fortalecen la participación comunitaria en la conservación de recursos como los frutales y facilitan la construcción de redes entre campesinos para el intercambio de semillas. La estrategia que estamos promoviendo en diferentes poblados de Veracruz para la conservación in situ, es “dinámica y de multipropósito”. Este término implica propiciar que las poblaciones locales conserven especies frutales en el jardín en forma de plántulas y plantas en estado juvenil o adulto. De esta manera rescatamos la unidad de manejo “huerto”, proveemos de otros alimentos a la familia y se promueve la conservación. Nuestra experiencia en campo determina que los campesinos son más proclives a conservar en forma de árboles y plantas. Las semillas también se conservan pero con el propósito de sembrarlas inmediatamente y obtener producción de frutales. Finalmente, el proceso que iniciamos en “El Salto Eyipantla” ha ayudado a que los miembros de la comunidad revaloren a los frutales como parte fundamental de su alimentación y a que exista un proyecto a nivel municipal para la conservación del germoplasma local, mediante la promoción e intercambio de semillas en los concursos anuales. Además, este proyecto ha servido como ejemplo piloto para el desarrollo de otros dos jardines, uno en la zona totonaca y otro en los municipios limítrofes con la capital del Estado de Veracruz.
Silvia del Amo Rodríguez, María del Carmen Vergara Tenorio, Rosa Iris Altamirano Flores
Programa de Acción Tropical A.C., Centro de Investigaciones Tropicales (CITRO),
Universidad Veracruzana
Correos electrónicos: sdelamo@uv.mx y cvergara@uv.mx
Agradecemos el financiamiento de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural y Alimentación (SAGARPA 2002-2003).
Referencias
– Altieri, M. y L. C. Merrick. 1987. In situ conservation of crop genetic resources through maintenance of traditional farming systems. Economic Botany: 4 (1). Estados Unidos de Norteamérica.
– Amo R. S. del y C. Vergara-Tenorio. 2002. The orchard System: an intermediary stage between intensive production and natural protected areas. Sociedades Rurales, Producción y Medio Ambiente 3 (1). UAM-Xochimilco, México.
– Massardo, F. y P. Feinsinger 2001. Conservación y desarrollo sustentable a niveles local y nacional. En: R. Primack, R. Roíz, P. Feinsinger, R. Dirzo, F. Massardo (corrds). Fundamentos de la conservación biológica. Perspectivas latinoamericanas. Fondo de Cultura Económica, México.
– Secretaría de Fomento 1985. Carpología mexicana. Directorio general sobre la producción de los frutos en las municipalidades del país. 3 Tomos. Observatorio Metereológico Central. México, D. F., México.