septiembre 2006, Volumen 22, Número 2
Agricultura en transición

La transición agrícola en las zonas áridas africanas

MICHAEL MORTIMORE | Página 18-20
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Las zonas áridas africanas son el hogar de más de 268 millones de personas, el 40 por ciento de la población del continente y, excluyendo a los desiertos, comprenden el 43 por ciento de la superficie continental.

Frecuentes sequías y otros riesgos amenazan a inversionistas y productores. La pobreza está generalizada; y el número de pobres en las zonas áridas es tan grande que representa el mayor obstáculo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La inseguridad alimentaria y la dependencia de los programas de ayuda alimentaria caracterizan a algunos países de la región, debido a que junto a los riesgos de sequía, la productividad agrícola es baja y los recursos naturales se encuentran degradados por la desertificación. Los proyectos de desarrollo han fallado a menudo y pocos gobiernos tienen los recursos necesarios para promover políticas adecuadas.

Sin embargo, no todas las zonas áridas africanas son iguales; la precipitación anual puede variar desde más de 1.000 milímetros hasta menos de 250 milímetros. Existen ríos y pantanos, muchos tipos de suelo, diferencias en el uso de la tierra y en los caminos que comunican con los mercados. La mayoría de las políticas a gran escala no ha funcionado, principalmente debido a que no tenían la flexibilidad que las personas necesitan para sobrevivir y prosperar en estas regiones. Las lluvias, a menudo escasas y muy irregulares, crean un entorno de riesgo para las familias, pero la población ha reaccionado de manera flexible, adaptándose a sus oportunidades y desarrollando fuertes lazos con las regiones húmedas o urbanizadas. Las actividades económicas se caracterizan por la innovación y la experimentación. El conocimiento local es un recurso valioso para la gestión de entornos riesgosos, en contraste con los estrechos modelos sobre los que están basadas las tecnologías introducidas, muchas de las cuales han fallado.

Transición en las zonas áridas
La transición puede ser un proceso largo y significa que el sistema de producción, los recursos naturales y los medios de vida relacionados, serán organizados y manejados de una manera distinta. Es el resultado de muchos factores, incluyendo cambios de largo plazo (como aquellos que pueden darse en las precipitaciones y en el crecimiento económico) y la aplicación de los recursos locales de conocimiento, habilidad, capital y trabajo de la gente. Las intervenciones externas sólo forman una parte –a veces pequeña– de este proceso de transición. Debido a que tantas intervenciones externas han fallado y a que la asistencia para el desarrollo y los recursos gubernamentales están estancados o decreciendo, es esencial entender mejor la transición en términos de cómo afecta a los usuarios de los recursos y qué prácticas pueden desarrollar para alcanzar medios de vida más sostenibles. Generalmente, la agricultura es practicada como una parte del sustento familiar junto con otras actividades. Sin embargo, por las razones mencionadas, el modo acostumbrado de producción ya no es sostenible. La finalidad de los procesos de gestión de la transición es la de asegurar medios de vida sostenibles bajo las condiciones de incertidumbre que caracterizan a las zonas áridas. La pregunta es: ¿pueden los habitantes de las zonas áridas emprender con éxito la transición desde una situación de riesgo de mayor degradación hacia medios de vida más sostenibles?

Los habitantes de las zonas áridas han enfrentado cambios que muchas veces escapan a su control, desde hace más tiempo del que pueden recordar, teniendo que arreglárselas y adaptarse lo mejor que pueden. El lento ritmo de su adaptación puede pasar desapercibido para los extraños a la zona. En África existe hoy información sobre estos procesos de cambio a lo largo de períodos de 40 años o más. Junto con la memoria de las personas y el conocimiento indígena, esta información de largo plazo puede ayudar a los gobiernos a identificar políticas y a los usuarios de recursos a implementar prácticas adecuadas para las zonas áridas. Para el presente artículo se han tomado ejemplos del trabajo de campo realizado recientemente en la región de Kano-Maradi en el norte de Nigeria y el este de Níger.

Manejo de la variabilidad ambiental
En la región del Sahel, las precipitaciones promedio disminuyeron hasta en un tercio entre las décadas de 1960 y 1990. Esto significó sequías más frecuentes y el fracaso de cultivos, lo que ocasionó escasez de alimentos y un incremento de la mortalidad animal. El reto para las personas consistió en incrementar su capacidad de adaptación más allá de lo que había sido necesario en épocas anteriores para enfrentar los riesgos adicionales. Los cultivos y variedades de maduración temprana y ciclos cortos reemplazaron a las variedades tradicionales de ciclos más largos, y el uso de zonas pantanosas para los cultivos en las temporadas secas se incrementó. La cantidad de cabezas de ganado también aumentó gracias a un uso más flexible de los recursos de pastoreo y a la sustitución de bovinos por animales menores (cambio asociado a la propiedad de animales menores por parte de mujeres y, a veces, niños). De estas y otras maneras, las adaptaciones tecnológicas tuvieron éxito en general, al mantener la producción de alimentos básicos por persona en el nivel de las necesidades mínimas, a pesar del aumento de la población.

La toma de decisiones bajo condiciones de riesgo no es sencilla. Las lluvias pueden empezar en cualquier momento, entre abril y julio, y terminar sin aviso, lo cual dificulta el análisis para determinar los mejores momentos de siembra y de uso de mano de obra. En Kano hay dos temporadas de cosecha: una, temprana, de mijo, y otra de cultivos tardíos de sorgo, frijol caupí [Vigna unguiculata] y maní. Si las lluvias terminan temprano, la contratación de mano de obra se deja para el deshierbe tardío y la segunda cosecha. En el norte de Maradi, donde el riesgo de fracaso es mayor, se trata de sembrar la mayor área posible, pero en años de sequía grandes áreas pueden quedar sin deshierbe ni cosecha. En los peores años, la capacidad de adaptación tecnológica no es suficiente para compensar la pérdida de cultivos, obligando a la población a tomar la decisión de emigrar en busca de ingresos alternativos (ver el apartado sobre demografía más adelante). En el pasado, contar con una reserva de granos para tres años se consideraba un seguro sólido; hoy, en cambio, es más común que la cosecha entera sea consumida antes de que la siguiente esté disponible.

Manejo de la productividad
En la medida en que las familias agricultoras prefieran cultivar su alimento principal (en esta región son el mijo perla y el sorgo), cada familia tratará de producir lo suficiente para satisfacer sus necesidades. Cuando el nivel de precipitaciones es satisfactorio, los agricultores de la zona agrícola periurbana de Kano pueden producir sus requerimientos mínimos a pesar del pequeño tamaño de sus predios. Esto se debe a que realizan una práctica bastante intensiva de abonamiento con residuos orgánicos, siembran intercaladamente mijo o sorgo con cultivos fijadores de nitrógeno, como el frijol caupí o el maní, y realizan deshierbes varias veces durante la corta temporada de cultivo, para luego alimentar a los animales con la hierba cortada. También se hacen camellones en los campos para preservar la humedad del suelo. En cambio, cuando la tierra es abundante y la mano de obra escasa –en el norte de Maradi hasta hace poco– se utiliza el barbecho. Si no es posible realizar los barbechos porque la tierra es escasa, la productividad cae hasta que se introducen prácticas intensivas para revertir esta tendencia.

No es sorprendente, por ende, que el rendimiento de los cultivos básicos para la alimentación tienda a ser superior en Kano que en el norte de Maradi (donde generalmente puede ser menos de 0,25 toneladas por hectárea). Esto no sólo se debe a que hay una menor precipitación (de 600 a 700 milímetros, en Kano, contra menos de 400 milímetros en Maradi). Todos los agricultores están de acuerdo en que, si pusieran más abono a los cultivos, su productividad aumentaría. El incremento de la productividad depende de cuánto acceso se tenga a insumos con precios asequibles. Una forma de hacer esto es el mantener a los animales, ya sean propios o de pastores nómades, en los campos después de la cosecha (alimentándolos con los residuos del cultivo). Los animales de propiedad de un agricultor deben mantenerse estabulados durante la temporada de crecimiento mientras, con algún costo en mano de obra, se recolecta el forraje para su alimentación. Otra estrategia es la de añadir valor a cada hectárea cambiando, en parte del terreno, los cultivos existentes por otros de mayor valor o plantando y conservando árboles.

Demografía
Hasta la década de 1990, en un período de treinta años, las poblaciones rurales de la región Kano-Maradi se habían duplicado. Esto significa que cada generación sucesiva de cada familia de agricultores tenía menos tierra disponible para cultivar. Existen dos opciones para el sustento familiar: primero, los hijos adultos deben mudarse a cualquier otro lugar en busca de tierra u otras ocupaciones y, segundo, subdividir la propiedad en porciones aún menores y tratar de incrementar su productividad con métodos intensivos o diversificación de cultivos. En la zona agrícola periurbana de Kano hay menos de media hectárea de terreno cultivable disponible por habitante y las personas han estado emigrando durante décadas. Debido a los menores niveles de precipitación y productividad de las tierras, los agricultores en el norte de Maradi se sienten amenazados por la escasez de nuevos terrenos, a pesar de que cada familia tiene en promedio 18 hectáreas. Por otro lado, mayor cantidad de tierra requiere más mano de obra familiar disponible para trabajarla. Puede esperarse un menor crecimiento poblacional en el futuro, a medida que los costos de tener y criar niños se incrementen. Existe evidencia de que esto ya está sucediendo en Nigeria.

La zona agrícola periurbana de Kano durante la cosecha / Foto: autor

Una parte crítica de los cambios demográficos en África Occidental es la urbanización. La tasa de crecimiento urbano aumentó dramáticamente desde 1960. Por ejemplo, Niamey, que tenía menos de 100.000 habitantes en la década de 1960, ahora tiene más de un millón; y se reporta que el 40 por ciento de la población de más de cien millones con la que cuenta Nigeria, vive actualmente en ciudades. En algunas áreas la migración del campo a la ciudad ha disminuido algo la fuerza de trabajo; pero en las zonas áridas, el rápido incremento poblacional ha proporcionado emigrantes a las urbes, sin reducir de manera significativa la relación entre tierra y mano de obra.

El incremento de la conservación
Lo anterior muestra que la escasez de tierras e insumos causa cambios en las estrategias que tiene la gente para la gestión y manejo de sus recursos. En el pasado, el sobrepastoreo y el corte de leña, así como un mayor uso de tierras para cultivos, significaron una reducción de las praderas, bosques y árboles (especialmente en zonas de libre acceso); pero, actualmente, actitudes más favorables a la conservación de la biodiversidad se están reafirmando. Cada agricultor que fue entrevistado en Kano y Maradi estuvo de acuerdo en que se debe priorizar la conservación de los árboles. Donde antes la tala de raleo solía ser considerada una evidencia de “buena” agricultura en el norte de Maradi, ahora la protección de los árboles cuenta con la aprobación social. La práctica del “desbroce mejorado”, ahora común, protege los árboles con valor económico para que se regeneren naturalmente. Este cambio ha ocurrido en una generación y ha sido promovido por proyectos de desarrollo. En Kano, donde los proyectos han tenido poca influencia, los árboles han sido protegidos durante generaciones. La cantidad de madera (en metros cúbicos por hectárea) que crece en los predios es a menudo superior a la de los bosques circundantes. Aún cuando se han visto tentados a vender madera para compensar el fracaso de los cultivos, los agricultores de Kano han mantenido la densidad de árboles en el predio. Los agricultores que conocen de hierbas y plantas medicinales valoran la biodiversidad –como dicen ellos mismos: “cada árbol ofrece una medicina” – y trabajan activamente en la conservación de especies individuales. Dos de las aldeas que colaboraron con este estudio (Magami en Níger y Dagaceri en Nigeria) consideraron que los viveros eran su acción comunal prioritaria para conservar la biodiversidad e invirtieron sus propios recursos para hacer de estos viveros una realidad. Incluso las “malas hierbas” son cosechadas en las aldeas de Kano para alimentar a los animales y, junto con los residuos de las cosechas, son intercambiadas en los mercados.

Diversificación de ingresos y mercadeo
La especialización es altamente riesgosa en un ambiente semiárido y los agricultores tradicionalmente han buscado seguridad mediante la diversificación de sus empresas. En la región de Kano-Maradi, los pequeños agricultores ingresaron por primera vez en los mercados globales a través de comités coloniales que fueron establecidos para promover la producción de maní y algodón para la exportación. Pocos productores estuvieron dispuestos a asumir grandes riesgos, de modo que se logró la diversificación extendiendo el área cultivada. Esta opción casi ha desaparecido; los mercados globales tuvieron todo pero desaparecieron con la caída de los precios de las materias primas y el incremento de enfermedades en los cultivos. Ahora, los agricultores se han diversificado y están vendiendo productos alimenticios en los mercados locales y también produciendo otros cultivos, como el ajonjolí o sésamo en Kano y la chufa (Cyperus esculentus) en el sur de Maradi. En ambas regiones, el ganado está siendo enviado cada vez más a las ciudades costeras. Los mercados de alimentos básicos han crecido. Un estudio de los mercados urbanos de Kano, realizado en el año 2000, mostró que los mercados de granos y ganado estaban abasteciendo esta ciudad (con alrededor de 1,5 millones de consumidores, comparados a los 0,25 millones que había en 1962). Estos mercados tenían una posición clave en los mercados nacionales de productos alimenticios que se extendían hasta Maradi.

Fuera de las fincas, los caminos mejorados y el movimiento transfronterizo bajo las regulaciones de la Comunidad Económica de Estados Africanos Occidentales, permiten que los inmigrantes temporales puedan acceder a empleos urbanos, a mercados de contratación laboral y a mayores oportunidades de comercio que en el pasado. La diversificación de las fuentes de ingresos depende, entonces, de los mercados, ya sea para materias primas agrícolas, tierras, mano de obra o conocimiento, y en la movilidad de la fuerza de trabajo y el capital. En la región de Kano-Maradi, ningún lugar es tan remoto como para tener algún vínculo comercial significativo. Es importante apoyar a los habitantes de las zonas áridas para que implementen estrategias de diversificación de ingresos y facilitarles su completa participación en la economía del mercado regional. Hasta este momento, esto se ha logrado casi sin apoyo del estado y la contribución que han hecho al crecimiento económico nacional ha sido sistemáticamente ignorada por los políticos. Las ganancias provenientes de la diversificación son claves para el éxito de la transición a sistemas agrícolas más sostenibles, en la medida en que pueden ser invertidas en agricultura, ganadería o conservación de recursos naturales.
Facilitando la transición
El punto que debe ser enfatizado es que no todos los usuarios de recursos están en la misma posición. En ocasiones, las intervenciones (como la de cocinas mejoradas) han sido promovidas sin tomar en cuenta las diferencias en las circunstancias individuales o de los hogares, donde la innovación puede ser innecesaria para algunos o inviable para otros por las restricciones propias de la pobreza, la oferta de trabajo, el género u otras consideraciones.

Un enfoque de desarrollo que está ganando aceptación es el que plantea que debe ser “dirigido por la demanda”. En el contexto actual, esto significa excluir las intervenciones promocionales basadas en nuevas tecnologías priorizadas desde fuera, a favor de colocar al sector de provisión de servicios a disposición de la población local, apoyándola con la facilitación para el desarrollo de sus propias prioridades. Un marco estructural como el presentado aquí, que pone a las personas en su contexto en vez de dividirlas en dos simples categorías, “adoptante” y “no adoptante”, y que reconoce las diferencias individuales en vez de confiar en “promedios”, puede ayudar al personal técnico de campo a organizar los servicios que ofrece, a fin de que puedan dar una mejor respuesta a lo que la gente necesita. Esto aumentará la oportunidad y la relevancia del servicio proporcionado para apoyar la transición agrícola en el largo plazo.

La evidencia disponible sugiere que se ha realizado un esfuerzo sostenido para incrementar la producción de alimentos, en línea con las crecientes necesidades de consumo. Esto demuestra la habilidad de los pequeños agricultores africanos en estas regiones para gestionar la transición a modos de vida sostenibles en circunstancias difíciles, dadas ciertas condiciones, tales como el acceso a mercados y la integración de la ganadería. Todavía se pueden encontrar evidencias anecdóticas de pobreza rural e inseguridad alimentaria en la zona agrícola periurbana de Kano, pero los procesos de transición a largo plazo sugieren grandes éxitos en el manejo de ecosistemas, contribuyendo a crear modos de vida más sostenibles y proporcionando importantes experiencias de aprendizaje en la búsqueda de rutas viables hacia el desarrollo.

Michael Mortimore
Drylands Research, Reino Unido
Correo electrónico: mikemortimore@compuserve.com

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