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La crianza de animales ha sido siempre un componente muy importante en la agricultura, especialmente en los sistemas de manejo integral de los recursos.

Desde los sistemas de pastoreo hasta los sistemas de intensificación ganadera, el componente animal ha sido un factor esencial para el desarrollo de la agricultura, tanto por ser fuente de alimentos de gran calidad nutricional, de fibras y pieles, así como garantía de fertilización natural de las praderas y campos de cultivo. También el estiércol de los animales menores ha cobrado importancia como insumo para la generación de energía a través de su transformación en biogás.

La importancia de la crianza animal en una visión de manejo sostenible de los agroecosistemas reside principalmente en la capacidad de los animales de transformar la biomasa que el ser humano no puede utilizar directamente. Así tenemos, por ejemplo, que el aprovechamiento de los rastrojos de la cosecha como forraje permite una transformación mucho más eficiente y rápida de la biomasa para fines de fertilización de lo que sería su descomposición natural. Esta característica adquiere relevancia cuando se trata de unidades agropecuarias de pequeña escala, donde la eficiencia del manejo integral de los recursos hace posible el uso de un recurso con doble propósito, como es el caso de los animales menores que, mediante la fertilización del suelo son fuente de productos en beneficio directo del hombre y también para los cultivos.

Los animales menores –al igual que el ganado mayor– son también un medio de ahorro para el campesino; en muchos lugares de América Latina son considerados como «el banco del campesino», pues en situaciones de emergencia o en ciertos momentos de la vida de la familia y de la comunidad, se constituyen en un bien de intercambio, ya sea por trueque o venta. A través del tiempo, el hombre y el animal han ido desarrollando juntos y, en las sociedades campesinas, esta relación se refleja en su cultura.

Cabe destacar una de las características más importantes de las especies menores con que cuentan los campesinos y criadores latinoamericanos, en especial las ovejas y cabras criollas: su rusticidad y capacidad de adaptación. Como nos recuerda Bernardo Fulcrand, «tienen un mejor desempeño que las llamadas “razas mejoradas”, debido a su mayor capacidad de adaptación a condiciones naturales específicas y al ambiente social» (ver B. Fulcrand, página 35).

Además de la contribución de los animales menores al sustento de las familias criadoras, también son un medio para la diversificación productiva y la generación de ingresos monetarios. En los mercados urbanos, son cada vez más apreciados ciertos productos derivados de la crianza de animales menores, como es la carne de cuy o de conejo, que por sus características –bajas en grasa y con alto contenido de proteínas– tienen una creciente demanda en algunas ciudades de América Latina, lo que permite a los criadores obtener buenos precios por su venta.

La industria pecuaria basada en sistemas intensivos y masivos de crianza y producción animal, con un alto uso de insumos externos, principalmente derivados de combustibles fósiles, es altamente contaminante del agua, aire y suelo de los ecosistemas rurales. La preocupación actual por la preservación de los recursos naturales y la escasez de agua, así como los efectos del cambio climático, han puesto en evidencia la importancia de «volver a sistemas más naturales de producción», como lo dice Manuel D. Sánchez en un informe de la FAO sobre el potencial de los animales menores para los productores de pequeña escala.

La facilidad de la crianza de los animales menores y los bajos costos de producción debido a su flexibilidad de adaptación, inclusive a situaciones de productores sin tierra, les permite ser alojados en los traspatios de las casas o, como en el caso de Nelson Aguilar, que realiza una crianza muy eficiente, en la azotea de su vivienda en La Habana (ver: R. Sánchez et al.; página 20). Estas características de su manejo generan alternativas ocupacionales para todos los miembros de la familia –especialmente niños y mujeres–, lo que permite contrarrestar las exigencias de cuidado individualizado de los animales. Es también importante destacar el aporte de los animales domésticos en la valorización del espacio contiguo a las viviendas de las familias rurales, como se señala en la experiencia de crianza de gallinas por mujeres en el Agreste de Paraíba, Brasil (ver: A. Galvão et al., página 8).

La crianza de peces y de otros animales aún más pequeños, como son las abejas, son alternativas productivas disponibles para muchas familias rurales. En el caso de la acuicultura, al igual que en los de otras crianzas de especies menores, la contribución directa es la posibilidad de contar con alimentos de calidad, pero igualmente importante, sobre todo en ecosistemas frágiles como es el caso de la amazonía, es el efecto de disminución de la presión de la población local sobre los recursos naturales (ver: T. Luna página 26).

En la presente edición hemos publicado dos artículos basados en estudios y no en experiencias concretas. Nos hemos permitido esta decisión por tratarse de información sustentada en experiencias concretas de criadores. Uno es sobre la importancia de la crianza de cabras en Bolivia; el otro presenta lo valiosa y sencilla que es la meliponicultura (crianza de abejas sin aguijón) para muchos criadores en la región latinoamericana.

Para finalizar, insistimos en el gran valor que para los sistemas de agricultura de pequeña escala y para el sustento de las familias rurales tiene la crianza de animales de especies menores. Generalmente, en los programas oficiales esta alternativa de rápido beneficio para los productores campesinos no ha sido tomada en cuenta, y consideramos que más allá de las políticas sectoriales agrarias de los diferentes gobiernos de los países de nuestra región, es necesario que la crianza de animales menores en el ámbito rural y periurbano, se convierta en una estrategia en las políticas y programas para el combate contra la pobreza. Ahora bien, detrás de toda experiencia exitosa está el factor organización, como lo podemos apreciar en varios artículos. La organización de los criadores permite su avance y consolidación en los aspectos técnicos de la crianza y el poder alcanzar escalas de producción para una mejor implementación del procesamiento de los productos y su comercialización.

 

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