En esta zona del sudeste brasileño, los pequeños valles agrícolas se encuentran en la parte baja de laderas cubiertas con una exuberante vegetación, principalmente compuesta de grandes árboles nativos. Verava es uno de los pocos lugares cercanos a São Paulo con cobertura de bosque nativo. Lo que es aún más raro es que casi todas sus fincas han recibido certificación orgánica. En realidad, la cuenca entera está casi del todo libre de agroquímicos. João Dias, un agricultor innovador, fue el primero en optar por la agricultura orgánica en Verava. Hace alrededor de ocho años, ofreció voluntariamente su propiedad, ubicada entre los cerros, para que fuera utilizada como área de demostración del uso de cultivos de cobertura y el empleo de algunas otras técnicas orgánicas de producción, como parte de un proyecto patrocinado por la Fundación Kellogg. Su éxito motivó a otros a seguir el ejemplo. Desde entonces son muchos los cambios que ha habido en la manera en que los recursos naturales son manejados en la zona, y la agricultura ha vuelto a emerger como medio de vida viable. Un agente importante en esta transformación ha sido ‘Horta e Arte’ (Huerta y Arte).
Negocio único
Hacia fines de la década de 1990, diferentes organizaciones comenzaron a alentar a los agricultores de Verava para optar por la agricultura orgánica. Hoy en día, Horta e Arte es la principal organización en la zona, trabajando con un grupo nuclear de alrededor de 135 agricultores que cultivan aproximadamente 900 hectáreas de tierra. La mayoría de los agricultores vive en Verava, cerca del almacén central y de las oficinas de Horta e Arte, a unas dos horas de São Paulo. Horta e Arte es una empresa con fines de lucro. Apoya a los pequeños agricultores en la producción orgánica, compra sus productos, los envasa y luego los vende a los supermercados. A lo largo de los años, Horta e Arte les ha proporcionado la asistencia técnica que necesitan para introducir prácticas agrícolas orgánicas, así como la infraestructura comercial y administrativa necesaria para el mercadeo y venta eficaz de los productos. El personal de Horta e Arte es también el responsable de cuidar que el suministro a tiendas y supermercados esté bien coordinado, así como de garantizar que la cantidad, calidad y variedad sean suficientes para satisfacer la demanda de los consumidores. Horta e Arte logra vender la mayor cantidad posible de los productos de un agricultor; lo que queda lo deben vender los agricultores por su cuenta. Sin embargo, el conocer la demanda de los consumidores y orientar a los agricultores con los que trabaja para que puedan adecuarse a esta demanda significa mucho trabajo para Horta e Arte. Los diferentes cultivos se dividen entre los agricultores para disminuir los riesgos y asegurar que los agricultores produzcan la cantidad requerida de hortalizas.
Para difundir el conocimiento sobre los alimentos orgánicos, Horta e Arte organiza eventos dirigidos a los consumidores que compran en los supermercados donde éstos se comercializan y capacita a los trabajadores de las tiendas en el manejo y cuidado de las hortalizas y frutas orgánicas, con el fin de asegurar su mayor calidad y frescura.
Los agrónomos de Horta e Arte son el enlace entre la producción y las ventas. Además de organizar sesiones de capacitación grupales periódicas en temas específicos relacionados con el manejo, visitan también a cada agricultor dos veces al mes. Durante estas visitas ayudan a los agricultores a trabajar con técnicas orgánicas y los asesoran en la tarea de llevar registros del proceso de los cultivos, lo cual es esencial para obtener la certificación de la calidad orgánica de los productos. Para poder justificar la certificación orgánica, los certificadores independientes necesitan registros confiables que hayan sido cuidadosamente elaborados sobre los cultivos, las técnicas de preparación del suelo, las técnicas para el manejo de plagas y las fechas de siembra y cosecha. En el caso de Horta e Arte, los registros detallados de los agrónomos brindan a los certificadores toda la información que necesitan para justificar la certificación. Esto permite que los certificadores necesiten menos tiempo para inspeccionar una finca y así se reducen los costos del proceso de certificación.
Luego de la cosecha, los agricultores envían sus productos en camiones seleccionados al almacén de Horta e Arte, donde son envasados y etiquetados con la marca Horta e Arte, el sello de la organización certificadora (el Instituto Biodinâmico, IBD), y un pequeño código que indica el nombre de los productores. El sello del IBD es importante porque indica que el producto cumple con los estándares internacionales.
Lo que hace única a Horta e Arte es que, aunque es el mayor vendedor de hortalizas orgánicas de Brasil, trabaja con pequeños agricultores. Transporta los productos de los agricultores a los supermercados que están a cientos de kilómetros de distancia, en Rio de Janeiro y Brasilia. El sistema de Horta e Arte permite que las hortalizas producidas por estos pequeños agricultores lleguen a las estanterías de las grandes tiendas de venta al por menor de alimentos.
En Brasil, tres cuartas partes del total de las ventas de alimentos se realizan en supermercados. Pero los supermercados no simplemente muestran y venden sus productos según las estructuras del mercado y de la cultura local. Ellos traen sus propias estructuras y su cultura empresarial. Compran en masa y no a los agricultores individuales; estandarizan el tamaño, el peso y la apariencia de los productos que compran; tienen sistemas de contabilidad que pueden retrasar el pago al proveedor hasta por varios meses luego de la entrega del producto y negocian los precios y los términos de compra y venta por teléfono, fax y correo electrónico. Toda la interacción se lleva a cabo en un mundo tecnificado no accesible para todos.
Los líderes de Horta e Arte están adoptando un enfoque de inclusión social, tratando que los pequeños agricultores participen de las ganancias que se generan en un mundo donde la riqueza es cada vez más concentrada y desigual. Sus estrategias han tenido un impacto considerable en la vida de muchos de los pequeños agricultores asociados a la organización. Las ganancias obtenidas a partir de la agricultura orgánica les han permitido construir o mejorar sus casas, enviar a sus hijos a la escuela, alquilar más tierra e invertir en equipos y herramientas. Esto es particularmente importante en una época en que las grandes cadenas corporativas de supermercados están remplazando rápidamente a las pequeñas tiendas o bodegas de barrio y a los mercados al aire libre como principales vendedores de alimentos en todas partes del mundo. Es en este contexto en el que Horta e Arte ha negociado un espacio para los productores de pequeña escala.
La conversión a lo orgánico se establece sobre la base de relaciones existentes. Entrega de productos a Horta e Arte para el envasado / Foto: autora
La conversión de Verava a la producción orgánica se logró sobre la base de relaciones preexistentes en la zona. Por ejemplo, la mayoría de los agricultores obtienen el agua para riego de arroyos y manantiales naturales. Sin embargo, para que los cultivos regados con el agua de estas fuentes puedan obtener la certificación orgánica, el agua debe estar libre de contaminantes tóxicos. Cuando algunos de los agricultores de la zona quisieron convertirse en productores orgánicos, tuvieron que hablar sobre el problema del agua contaminada con los agricultores ubicados río arriba, que pudiesen estar utilizando agroquímicos. A través de estas conversaciones informales, los agricultores río abajo y río arriba comenzaron a compartir información sobre los nuevos métodos de producción orgánica que algunos estaban comenzando a utilizar, y a discutir cómo las acciones de un solo productor podían afectar los medios de vida de sus vecinos. De esta manera, el proceso de certificación se construyó sobre la red ecológica de interrelaciones y mediante el fortalecimiento del tejido social de la comunidad.
El mayor margen de ganancias producido por la agricultura orgánica, comparado con el de la agricultura tradicional, jugó un papel clave en la motivación para que los agricultores optasen por la producción orgánica. Pero muchos estaban contentos con el nuevo sistema por otras razones. Algunas personas ya habían sufrido los efectos del uso de plaguicidas (erupciones en la piel y otros problemas de salud) y se sintieron aliviadas al haber encontrado una forma de acabar con su dependencia de los agroquímicos. Otras pudieron volver a la agricultura luego de largos periodos de desempleo o de trabajos de poca monta a los que se habían visto obligadas, porque los precios que obtenían por su producción agrícola eran tan bajos que no tenía sentido seguir trabajando en ella. Desde que se iniciaron en la producción orgánica, algunos agricultores han buscado capacitarse en el manejo de empresas de pequeña escala o han asumido cargos como líderes ambientales de su comunidad. Toda la zona ha renacido. Los agricultores han encontrado una forma de revitalizar el medio de vida con el que crecieron de una manera que es rentable, sana y sostenible.
Certificación orgánica alternativa (participativa) en Brasil
Las experiencias en los Estados Unidos y, más recientemente en Brasil, han demostrado que las definiciones legales del término «orgánico» no siempre corresponden con la manera en que la palabra era utilizada originalmente por la comunidad agrícola alternativa. La adopción de una de las muchas definiciones de agricultura orgánica por el gobierno de los Estados Unidos dividió a la comunidad orgánica. Brasil está ahora en proceso de crear sus propios estándares orgánicos a nivel federal. Los grandes productores, en particular aquellos que exportan sus bienes, tienden a apoyar la total adopción de códigos que estén a la altura de los estándares internacionales. Este camino llevaría a que se regule con leyes un proceso ya en gran medida definido por las demandas de los vendedores multinacionales de alimentos y naciones importadoras tales como los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Por sí solos, los brasileños no pueden crear su propia legislación en lo que a agricultura orgánica concierne, si quieren ser partícipes del mercado global. Aún así, un sector considerable de la comunidad de productores orgánicos de Brasil sostiene que adoptar procedimientos y criterios que son la norma a nivel internacional, limitará las iniciativas locales. Exigen leyes que incluyen enfoques para la certificación adaptados al contexto brasileño. Estos enfoques deben incluir la posibilidad de la «certificación participativa», que ya ha sido introducida con éxito por agricultores del sur de Brasil, y también la «certificación grupal». Ambas facilitan a los agricultores el acceso al mercado orgánico, reduciendo o eliminando el alto precio que demanda el pago a inspectores independientes para que miren sus tierras. Estos procedimientos son especialmente relevantes en países como Brasil, con una gran población de pequeños agricultores que no pueden pagar el alto precio de una certificación por terceros.
En la certificación participativa, los agricultores forman grupos para certificar sus propias tierras de manera colectiva y gratuita. En la certificación grupal, un certificador independiente trabaja con un grupo de agricultores. Durante el primer año, el certificador inspecciona cada propiedad por separado. Si todas las fincas del grupo están conformes a los estándares del certificador, se le otorga al grupo la clasificación orgánica. Durante las inspecciones subsiguientes, el certificador inspecciona sólo una de las propiedades del grupo, al azar. Si se encuentra que ese agricultor no ha mantenido los estándares exigidos, todos los miembros del grupo pierden su clasificación orgánica. Esto lleva a que exista un monitoreo interno y constante apoyo de los miembros del grupo entre ellos para asegurar el que puedan continuar utilizando la marca de certificación de producto orgánico y, así, mantener los precios más elevados de sus productos.
En la actualidad, las propuestas presentadas para la elaboración de los estándares orgánicos brasileños a nivel federal han tomado en cuenta un cierto grado de certificación participativa. Estos modelos de certificación alternativa serán utilizados probablemente sólo a nivel local o regional, donde los consumidores conocen y confían en los agricultores. La certificación independiente, uno a uno, sigue siendo la estructura de mercadeo más reconocida a nivel internacional, y es, por lo tanto, la que más éxito tiene al colocar productos agrícolas alternativos en un sistema de mercadeo convencional.
Tracy Perkins
920 Ordway Street, Albany, CA 94706, Estados Unidos
Correo electrónico: teperkins@earthlink.net
Referencias
Mennonite Economic Development Associates. 2002. How to keep ‘em down on the farm. The Marketplace Archives. Winnipeg, Canadá.
Reardon, T. y J. A. Berdegué. 2002. «The rapid rise of supermarkets in Latin America: challenges and opportunities for development». Development Policy Review 20:4. Blackwell Publishing. Oxford, Reino Unido.
Vorley, Bill. 2001. The chains of agriculture: sustainability and the restructuring of agrifood markets. International Institute for Environment and Development. Londres, Reino Unido
La autora quisiera reconocer las contribuciones a este artículo de Alvaro Garcia, administrador de certificación, Instituto Biodinâmico; Filipe Feliz Mesquita, director de mercadeo, Horta e Arte; Luciana Gomes de Almeida, agrónomo, Horta e Arte; Luis Carlos Trento, director de producción, Horta e Arte; Romeu Mattos Leite, agricultor orgánico y miembro de GAO; y de Vergilio Nunes Xavier, Valdemir Pereira de Oliveira, Josefa Garcia de Oliveira y João Diaz, agricultores orgánicos de Verava.
Mayor información sobre Horta e Arte en www.hortaearte.com.br