Con unos 28 km2 de superficie de muy fuertes pendientes (superiores al 40%) y una población cercana a los 7 mil habitantes, Fondwa basaba su economía hasta principios de los años 60 en la producción cafetalera, bajo la sombra de árboles maderables y frutales. Esto conformaba un diseño productivo de bastante estabilidad ambiental, que garantizaba un nivel elemental de vida a sus pobladores con un daño mínimo a sus frágiles suelos. Esta situación varió drásticamente al coincidir una sensible depresión del precio del café con la casi total destrucción de los cafetales y sus árboles de sombra, por la acción de un muy fuerte huracán tropical. Los dueños de los cafetales y gran parte de sus trabajadores emigraron hacia la capital invirtiendo el mayor o menor capital acumulado en otras actividades económicas, quedando las tierras abandonadas o en manos de arrendatarios y subarrendatarios. Esto marcó el inicio de una fuerte actividad depredadora sobre los árboles de Fondwa con el objetivo de vender leña y carbón y de establecer parcelas de cultivo para la subsistencia familiar. Es de esta manera que se aceleró con rapidez la erosión de los suelos, lo que condujo a una vertiginosa caída de la productividad y de los rendimientos agrícolas. La situación crítica forzó a los agricultores a ejercer una mayor presión sobre los empobrecidos suelos que cada vez se deterioraban con mayor rapidez y producían menos. Se llegó con ello a una aparentemente indetenible espiral descendente de la vida natural y humana del lugar.
Inicio de las acciones
En 1998 se firmó un Convenio de Colaboración entre la Asociación Campesina de Fondwa (APF) y el Ministerio de la Agricultura de Cuba con el objetivo de mejorar la economía y el bienestar de la comunidad, a partir del diseño e implementación de un programa de desarrollo sostenible con acompañamiento de especialistas cubanos. En una primera visita al lugar se hizo un reconocimiento inicial y se elaboró una estrategia de trabajo con la dirección de la APF, identificándose como objetivos iniciales de trabajo:
• reunir una información suficiente y confiable sobre la situación del lugar;
• conocer los antecedentes agrícolas e indagar sobre las prácticas y concepciones agrícolas;
• sensibilizar a los productores de la crítica situación en que estaba su agricultura a partir del conocimiento de sus causas y consecuencias; y
• diseñar de manera participativa un programa de desarrollo sostenible que respondiera a las necesidades, intereses y expectativas de los miembros de la comunidad, y que permitiese una paulatina detención del deterioro para llegar a una recuperación del suelo y de todo el ambiente productivo.
Estabilización de cárcavas / Foto: archivo de autores
Para implementar estos objetivos una misión interdisciplinaria cubana comenzó por un reconocimiento de la problemática a través de recorridos por el área, conversaciones con los campesinos y sus familias y la celebración de talleres con campesinos y líderes formales e informales de la localidad. En todas estas actividades se veló cuidadosamente por mantener un enfoque de sostenibilidad real, o sea buscando que los campesinos y líderes locales fuesen en todo momento protagonistas de todo, limitándose la participación de “los externos” a la de facilitadores del proceso. Había que lograr que todo lo que se propusiese respondiera al real deseo y voluntad de los miembros de la comunidad y que su implementación fuera factible en su parte fundamental, con los recursos e infraestructuras existentes en la localidad, pues con ello se lograría el necesario nivel de apropiación de lo que se proyectase y se ayudaría a elevar la deteriorada autoestima, producto de años sintiéndose indefensos objetos movidos por el caprichoso azar de la vida.
Hubo que considerar además el anterior fracaso de un programa de la propia asociación campesina, que con sus fondos propios y otros captados de ONGs extranjeras, compró algunas áreas que estaban extremadamente erosionadas y adquirió miles de posturas de forestales en otra región del país. Después convocó a sus socios a trabajar voluntariamente en la reforestación de estas áreas. Pero a los pocos meses habían desaparecido casi todas las plantas sembradas, pues nadie sentía que les pertenecían, tan solo respondieron a un llamado pero nunca lo vieron como algo que les beneficiaría, ni siquiera que les incumbía. Algunas personas hasta amarraron sus animales cerca de estas áreas para que se alimentaran de las posturas sembradas. Otro antecedente fue el de una ONG que reunió a los campesinos para decirles que les iba a pagar para que aplicaran medidas de defensa antierosiva y de reforestación en sus propias parcelas y las de sus vecinos. Se estableció un importante conjunto de barreras vivas, barreras muertas, obras de fábrica y siembra de miles de posturas de forestales, hasta el día que la ONG dejó de pagar por hacerlo. De ambos esfuerzos apenas quedan algunas ruinas de las barreras establecidas y unos pocos árboles que milagrosamente sobrevivieron al apetito de los hambrientos animales o a la imperiosa necesidad de leña de los habitantes de la localidad. Los motivos del poco éxito pueden ser muchos y variados, pero sobre todo se trató de una casi total ausencia del imprescindible sentido de pertenencia que exige cualquier proyecto de rescate ambiental en una zona de campesinos muy pobres y carentes de alternativas de vida.
¿Quién me vende suelo cultivable?
Fue con estos antecedentes en la mente que se iniciaron los talleres de diagnóstico y capacitación. Para lograr que interiorizaran la magnitud de las pérdidas que estaban sufriendo por los procesos erosivos, uno de los facilitadores inició el primer taller preguntando quién estaba dispuesto a venderle 50 camiones de suelo cultivable de su parcela, ofreciendo una suma monetaria muy baja por cada camión de tierra. Este planteamiento asombró a los participantes y pasaron minutos sin que alguien respondiese a esta solicitud. Finalmente uno de los campesinos dijo que él no podía vender 50 camiones de tierra de su parcela, pues esto afectaría sus posibilidades de producir. Otros se fueron sumando a este argumento y se fue añadiendo que al extraer suelo de la superficie de las parcelas se perdería precisamente la parte más fértil y apropiada para cultivar, mientras otro añadía que el que quería comprar ofrecía un precio demasiado bajo. A continuación uno de los facilitadores del taller planteó que no entendía los argumentos expuestos, pues la erosión le estaba robando a cada caó de tierra cultivable más de 50 camiones de suelo agrícola cada año, y no pagaba absolutamente nada por ello (1 caó es aproximadamente 1,6 ha). Si el agricultor no hacía nada para evitar esta erosión, era preferible que venda el suelo, aun si le ofrecían un precio muy bajo por cada metro cúbico. Este planteamiento desató una larga y participativa discusión alrededor del tema, poniéndose en evidencia que este enfoque del problema les causó impacto.
Seguidamente se mostró el esquema de la relación entre deforestación-erosión y pobreza (Figura 1), como una espiral en la que está atrapado el campesino de Fondwa, y se pidió a todos que trabajando en equipos propusiesen a ese campesino cómo salir de esa trampa fatal, sobre la base de sus propios recursos. Debían partir de la condición que de esta espiral sólo se podía salir de adentro hacia fuera, por lo cual los que desearan ayudar a este campesino atrapado, lo tenían que hacer aconsejándolo y estimulándolo desde afuera, para que él con sus propias fuerzas y su voluntad saliese de esta difícil situación. Con esto se trabajó la concepción del carácter autogestionario que debe tener cualquier desarrollo sostenible, convocándolos a romper en todo lo posible la dependencia de recursos y otros apoyos materiales externos (hoy inexistentes). Este ejercicio arrojó como resultado la construcción de un importante conjunto de medidas que los propios campesinos estaban en capacidad de poner en práctica, como eran reducir la tala de árboles, reforestar, establecer barreras vivas y muertas para contener los arrastres, hacer canales colectores de agua, entre otras muchas que incluían hasta algunas demandas de ayuda financiera del gobierno y de ONGs.
En aproximaciones sucesivas, durante una serie de 5 talleres y 2 recorridos de campo (Caballero, et al., 2000) se fueron abordando otros temas sensibles como la cría de cerdos, de vacunos y de aves, relacionando todo esto con la situación y conservación de los suelos y de la producción local de alimentos humanos y animal. También se dedicó un taller a la introducción del concepto de cuenca y de su manejo, para que comprendieran que se trataba de una labor colectiva, pues las acciones aisladas dentro de una cuenca no podían alcanzar grandes resultados. Para ello se empleó el símil de la cuenca con una gran cazuela en la que todos cocinamos nuestra comida y nuestras vidas. Si uno solo de los habitantes de la cuenca no la cuida, sería como si se abriera un pequeño orificio en la cazuela, por el cual se puede escapar lo que todos estamos cocinando.
Como ejercicio final de los talleres se trabajó en grupos para recomendar cómo podría resolverse la protección y mejora de una ladera muy deteriorada que estaba frente a la casa comunitaria de APF. Con ello logramos comprobar el nivel de comprensión logrado en los debates sobre el problema y sus variadas soluciones, al mismo tiempo que se reforzaba en los participantes el sentimiento de suficiencia para identificar y analizar sus propios problemas y diseñar de manera colectiva las soluciones.
Otro resultado muy importante de estos talleres fue lo aprendido por los facilitadores:
• que enfrentaban una realidad muy diferente a la que estaban acostumbrados en Cuba, pues los campesinos de Fondwa tienen que seguir viviendo de ese pedacito de suelo erosionado y degradado, para lo cual tienen que sembrar cultivos temporales y criar y alimentar animales;
• que la solución tenía que tener en su centro, el ininterrumpido y creciente aseguramiento alimentario y el sostenimiento económico de los campesinos y su familia, y que esto solo sería posible si se lograba detener y revertir el fuerte deterioro del suelo;
• que estas pendientes jamás podrían sostener una extensa producción de cultivos de ciclo corto, por lo cual había que diseñar para el largo plazo, lo que debía preverse como base económica de la comunidad;
• que el pasado de Fondwa mostraba claramente que su única economía sostenible podía basarse en los árboles y otros cultivos permanentes;
• que la creciente demanda de leña y carbón y la cada vez más reducida oferta de estos productos en Haití, mostraba un interesante nicho comercial para Fondwa, si iba paulatinamente enfocando su agricultura en esta dirección.
El Programa de Desarrollo Sostenible
Fue como resultado de estos talleres, de los recorridos y las interacciones, que se elaboró de manera participativa el Programa de Desarrollo Sostenible de Fondwa 1999-2010, cuya esencia estratégica se refleja en la Figura 2. Se trataba de comenzar por introducir pequeños cambios que integraran su producción de alimentos en un sistema agrosilvicultural y silvopastoril, de manera que se fueran alcanzando crecimientos en los rendimientos de las producciones alimentarias, con las consiguientes mejoras económicas. Esto pondría a los campesinos en condiciones de ir rediseñando su futuro hacia la producción de forestales (leña, madera y carbón) y de frutales, integrando en un todo armónico la garantía de la vida de hoy con la proyección de un futuro mejor, garantizado por un manejo ambiental adecuado de sus suelos, pero sobre todo con una mínima dependencia de factores externos.
Primero fueron cambios muy pequeños que permitieron lograr mejoras sin hacer grandes modificaciones en sus procedimientos productivos; se mejoraron variedades a partir de la investigación participativa de campesinos líderes, se aprovecharon áreas poco utilizadas y los linderos de campos y de fincas para la plantación de un bosque energético y árboles frutales, se mejoró la raza, la atención veterinaria elemental y el manejo de los cerdos y las aves, entre otras muchas acciones. Para ello se empleó el método de establecer Jardines Modelo en las casas de los agricultores dispuestos a iniciar nuevas maneras de hacer. Se comenzó con cinco jardines y al finalizar el segundo año ya se tenían 17 jardines, con lo que su área de influencia ya alcanzaba la totalidad de la comunidad. Todo esto estuvo complementado por un constante acompañamiento técnico, realizado por animadores locales asesorados por los especialistas externos, empleando talleres de capacitación, espacios de debate abierto, Días de Campo, parcelas demostrativas, edición de folletos y pancartas técnicas, programas radiales de capacitación empleando la estación local de radio, etc. Así se fue pasando de un escalón a otro, creando en los campesinos la confianza y capacidad técnica y económica necesaria para adoptar manejos más complejos para la conducción de sus fincas. En la relación de los campesinos con los especialistas externos y con los animadores locales, jugó un papel importante que durante los recorridos estos asesores compartían casa y comida con el campesino propietario del jardín modelo, facilitando una rápida identificación con estas figuras “externas”.
Para promover la reforestación asociada a los beneficios directos inmediatos de los propios miembros de la comunidad, se estableció como requisito para ingresar y para mantenerse en la Escuela Comunitaria de Carpintería, que cada alumno tenía que plantar y atender 25 árboles maderables. Esta escuela nació en el marco del proyecto y con una clara relación con la reforestación. En esto participaron tanto los propios alumnos como su familia. De esta manera se logró además de la reforestación, que todos ganaran conciencia de que sólo reforestando podría seguirse ejerciendo el oficio de carpintero. Ahora se gradúan carpinteros que no son depredadores sino promotores de los bosques.
Resultados
Apenas a cinco años de iniciado este programa, ya son visibles los cambios en Fondwa, pues comienza a reverdecer el paisaje, se aprecian cultivos con más vigor y con mayores rendimientos, y consiguientemente empieza a mejorar la vida de sus habitantes. Aunque es claro que no pueden esperarse en el corto plazo cambios realmente apreciables en un ecosistema fuertemente degradado durante décadas de malos manejos, los campesinos de esta comunidad ya reconocen resultados positivos, tal como lo señalaron en un taller reciente. Los cambios en Fondwa se evidencian en la eficiencia de la producción agrícola (mayores rendimientos y producción); en la menor mortalidad y mayor producción en las crías de cerdos y aves; o en el incremento y mayor eficiencia en la apicultura y por ende en la producción de miel de abejas. También se ha comentado que al aplicar las barreras vivas, las siembras en contorno y mejorar los marcos y esquemas de siembra, los cultivos crecen más vigorosos y dan mayor producción.Estas valoraciones no expresan desánimo respecto al tiempo que debe esperarse para aprovechar los árboles, pues ellos hoy se conforman con lograr mayor producción de alimentos, y los árboles son vistos como parte de las medidas de protección para una mayor producción agrícola. A la vez, vemos que buena parte de la reforestación es con bosque energético, o sea con árboles que pueden ser empleados como leña o para hacer carbón, a corto plazo.
Los logros están también en la autoestima y sentido de pertenencia de los pobladores de la comunidad, pues se han dado cuenta de que son capaces de analizar su propia problemática, diseñar las soluciones más factibles y ponerlas en práctica. Esto fue una prioridad absoluta del trabajo, pues nos enfrentábamos a una comunidad en una situación económica muy difícil y con un total convencimiento de su absoluta dependencia de acciones y recursos externos (donativos, asistencias, etc.) en el más pobre de los países del hemisferio occidental.
Pero sobre todo son evidentes los avances en la percepción de los pobladores de su futuro y en la creciente convicción de su propia capacidad para cambiarlo, pues lo mucho o lo poco que se ha logrado ha sido obra de ellos mismos. Hoy los pobladores de Fondwa están más dispuestos que nunca antes para invertir en la reforestación y en la aplicación de medidas antierosivas, pues han visto sus resultados en la mejora productiva de los Jardines Modelo que existen en cada barrio. Pero esta disposición se basa ante todo en un creciente convencimiento de sus propias capacidades para cambiar la realidad presente.
Roberto Caballero Grande, Norberto Baños Fernández, Eduardo Cabrera Carcedo, Julio Simón Maure y Adrián Hernández Chávez
Roberto Caballero Grande, Cooperativa de Producción Agropecuaria “Gilberto León”. Finca Santa Lucía. San Antonio de los Baños, La Habana, Cuba. Email: martuale@cmlk.co.cu
Norberto Baños Fernández, Delegación Provincial MINAG. Ave. Borregos final. Pinar del Río, Cuba.
Email: anap@esipr.cu
Eduardo Cabrera Carcedo. Dirección Provincial de Suelos y Fertilizantes. Instituto de Suelos. Ave. Borrego y calle Los Pinos final. Rpto. Hmnos. Cruz. Pinar del Río, Cuba.
Email: suelopr@tel.co.cu
Julio Simón Maure, Delegación Provincial de la Agricultura. Guantánamo, Cuba.
Adrián Hernández Chávez, Instituto de Investigaciones Hortícolas “Liliana Dimitrova”.
Quivicán, La Habana, Cuba.
Email: adrian@liliana.co.cu
Referencias
– Caballero, R., J.A. Castro, A. Renda, E. Cabrera, S. López y A. Cervantes. 2000. Relatoría de los Talleres y los recorridos de campo en Fondwa, Haití. En: La capacitación para el desarrollo rural autogestionario. Colección Educación Popular del Mundo. No. 12. Editorial Caminos. La Habana, Cuba.