abril 2004, Volumen 19, Número 4
Rehabilitación de tierras degradadas

De erosión de suelos a suelos de calidad

JON HELLIN | Página 6-8
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En todas las zonas tropicales del mundo, los pequeños agricultores se ven cada vez más obligados a colonizar áreas marginales como son las ubicadas en laderas de alta pendiente.

La consecuencia ha sido un incremento en la degradación de los suelos, pérdida de su calidad y una acelerada erosión de los mismos. Esta amenaza a la productividad agrícola sostenible ha llevado a un considerable interés en las tecnologías de conservación de suelos que controlan el desgaste y la erosión. Así, alrededor del mundo se han promocionado ampliamente las obras de conservación de suelos, tales como las barreras vivas, los cercos de piedra, las zanjas de infiltración, las terrazas y taludes de contención.

Se ha fomentado en las comunidades agrícolas la adopción de estas tecnologías, pero la respuesta ha sido pobre. Muchas organizaciones de desarrollo han optado por el uso de incentivos directos tales como pagos en efectivo y alimentos por trabajo, alentando a los agricultores a adoptar tecnologías de conservación de suelos. El problema con este enfoque es que, casi siempre, los agricultores abandonan las prácticas cuando finalizan los proyectos o los fondos se acaban.

Este artículo propone un enfoque diferente para mejorar el manejo de los suelos, basándose fundamentalmente en experiencias de campo en Honduras, donde más que enfatizar el control de la erosión, se busca mejorar la calidad del suelo. Al hacerlo, no sólo considera los intereses de los agricultores respecto a la productividad, sino también toma en cuenta el creciente problema de la degradación de las tierras.

Controlando la erosión de los suelos

Las prioridades de los agricultores pueden no tener nada que ver con la agricultura. Lempira, Honduras / Foto: Jon Hellin

La escena es muy común. El valle es atravesado por pulcras líneas verdes de melones destinados a la exportación a Europa y a los Estados Unidos. Parado en una ladera sobre la hacienda de melones en el sur de Honduras, estoy rodeado por un mosaico de parcelas de maíz y los restos de un bosque seco que solía extenderse ininterrumpidamente, a lo largo de la costa del Pacífico desde México hasta Panamá. La desigualdad en la distribución de la propiedad en países tales como Honduras, ha significado que los agricultores de escasos recursos tengan pocas alternativas y deban trabajar en cualquier terreno que esté disponible. Esto es frecuente en áreas de agricultura marginal tales como las laderas.

Tanto la abundancia de lluvias como la existencia de laderas de fuerte pendiente significan que grandes zonas de América Central son particularmente propensas a altos niveles de erosión de suelos. Mientras la tierra se degrada, la producción disminuye y los agricultores se ven obligados a ralear más áreas de bosques o migrar a las ciudades en busca de trabajo.

En América Central y muchas partes de los trópicos y sub-trópicos se corre el riesgo que la degradación de la tierra causada por las propias actividades de los agricultores socave los esfuerzos para aumentar la producción agrícola sostenible. Una respuesta es la inversión en tecnologías de conservación. En los últimos 30 años, los programas de conservación de los suelos han sido comunes en los países en desarrollo. Los técnicos proporcionan a los agricultores la asesoría técnica, asistencia y las tecnologías diseñadas para restringir la pérdida de suelos y promocionar activamente las prácticas de conservación de suelos tales como las barreras vivas (de arbustos plantados en hilera como cercos vivos en contorno), cercos de piedra, zanjas de infiltración, terrazas y represamientos de tierra.

Sin embargo los agricultores se han mostrado reacios a adoptar estas prácticas. Los programas de conservación de suelos usan, algunas veces, incentivos tales como pagos en efectivo para fomentar su adopción. El problema, como se muestra en la Figura 1, es que los agricultores casi siempre abandonan estas prácticas una vez que se retira el incentivo.

Cuando los agricultores no adoptan las prácticas de conservación de suelos recomendadas, se acostumbra decir que esto se debe a que no tienen suficiente educación y, que son conservadores y resistentes al cambio. Sin embargo, ahora se está considerando en mayor grado la propia situación de los agricultores. Esto ha llevado a muchos a tomar en cuenta el hecho de que si los agricultores no quieren seguir las recomendaciones, es porque las tecnologías que están siendo promocionadas no consideran sus verdaderas necesidades y sus exigencias prioritarias.

Percepciones de los agricultores

Los interesados en la severidad de la erosión del suelo y los efectos que pueda tener en la producción agrícola se sorprenden mucho al darse cuenta que los pequeños agricultores no comparten las mismas inquietudes. Esta falta de interés en los suelos que se van perdiendo, se explica en parte por el hecho que muchos agricultores no reconocen que la erosión se está produciendo. En Honduras es común escuchar a los agricultores decir que están “creciendo piedras en las laderas”. Una pérdida de suelos que llega hasta unas 20 a 40 t/ha por año, resulta en una disminución anual de la superficie del suelo no mayor de 0.3 mm. Como los agricultores no pueden ver la erosión que está ocurriendo, pensar que “las rocas crecen” es una explicación lógica de que las rocas comienzan a estar expuestas.

La mayor preocupación de los agricultores en Honduras parece ser el daño causado por las plagas y enfermedades, sequías y lluvias irregulares (ver Tabla 1). La erosión del suelo es rara vez vista como una amenaza a su subsistencia.

Un cuestionamiento más profundo revela que los agricultores no se preocupan por las plagas o las enfermedades, ni por la disminución de las lluvias. Su verdadera preocupación está en lo que esto puede significar en términos de reducción de la productividad. Cuando se les pregunta sobre los efectos de los problemas identificados, la reducción de la productividad (360 respuestas) y el hambre (46 respuestas) contabilizaron el 91% de las respuestas.

Amenaza

Respuesta

% de respuestas

Plagas y enfermedades

172

38
Sequía y/o lluvias irregulares
136 30
Baja productividad
60 13
Calidad de la tierra
(erosionada, inundada, etc,)
40 9
Disponibilidad de tierra
29 7
Pocos recursos económicos
7 2
Otros
4 1
100%
Tabla 1. Las percepciones de los agricultores frente a las amenazas a la producción agrícola. Basadas en un cuestionario presentado a 213 pequeños agricultores en Honduras

El sistema Quesungual en Honduras

El sistema Quesungual es un sistema agroforestal que se caracteriza por tres capas de vegetación: el mulch o mantillo, los cultivos, y los arbustos y árboles dispersos. Los agricultores del oeste de Honduras solían practicar una agricultura de roza y quema. Diferentes organizaciones de desarrollo los alentaron a dejar de quemar sus campos antes de sembrar el maíz y en cambio a sólo cortar la maleza, dejándola en la superficie para luego sembrar las semillas del maíz a través del rastrojo.

La cubierta de tres capas de vegetación brinda amplia protección a la superficie del suelo y tan pronto los agricultores dejaron de quemar los desechos notaron que la erosión era muy poca: los ríos estaban “limpios” en lugar de “sucios” cada vez que llovía. Sin embargo, el control de la erosión de los suelos, no es la razón por la cual los agricultores están cada vez más adoptando este sistema. El eje central en juego es el mejoramiento de la calidad del suelo.

Al haber abandonado la práctica de quemar sus campos, hay más insectos beneficiosos y a la vez niveles crecientes de materia orgánica en el suelo. Lo atractivo para los agricultores es que el suelo ahora puede retener la humedad mucho mejor, y el resultado es una mejora de la producción. La disminución en la pérdida de suelo es un beneficio “secundario” para el sistema. Los agricultores no ven el sistema Quesungual como una práctica de conservación del suelo. Por el contrario, es vista como una práctica que incrementa la productividad y que también es efectiva para la conservación del suelo. Este enfoque del manejo de la tierra concuerda mejor con las necesidades prioritarias de los agricultores y es más prontamente adoptado por ellos.

Erosión de los suelos y productividad

La razón por la cual el control de la erosión ha recibido tanta atención es la comprensión de que hay una directa relación entre la pérdida del suelo y la productividad. Las tecnologías convencionales de conservación que se orientan a controlar la pérdida de los suelos, apuntan a lo que los agentes externos consideran como la principal amenaza para la agricultura en laderas, en lugar de considerar los problemas y las necesidades prioritarias identificados por los mismos agricultores.

En realidad, los rendimientos dependen de una compleja interacción de factores que incluyen la calidad de los suelos, el manejo de los sistemas de cultivo, tierras y el clima. En países como Honduras, la cantidad y distribución de lluvias tienen un impacto mucho más profundo en los rendimientos que la cantidad de suelo erosionado. Dada tal variación en los rendimientos, es comprensible el “error” de los agricultores al no considerar la erosión de los suelos como una amenaza real para su subsistencia.

Al colocar demasiado énfasis en la erosión, estamos potencialmente perjudicando a los agricultores ya que cualquier relación entre la productividad y el suelo depende más de la calidad del suelo remanente en el terreno que de la cantidad de suelo eliminado por la erosión.

Un suelo en buena condición está bien estructurado, permite la penetración de las raíces, el intercambio de gases y la absorción fácil del agua de lluvia. Cuanta más lluvia es absorbida por el suelo, se produce menos erosión. La erosión tiene lugar cuando el suelo está degradado, pues es menos capaz de absorber la lluvia y el resultado es mayor desgaste y erosión. Las prácticas de conservación de suelos, tales como las barreras vivas, hacen muy poco por mejorar la calidad del suelo entre las barreras. Por ello, los agricultores rara vez aprecian un mejoramiento en la producción como resultado de los esfuerzos en la conservación de los suelos. Hay una clara necesidad de un nuevo enfoque para la conservación de los suelos. Los intereses de los agricultores, la productividad agrícola y su sostenibilidad a través de la preservación y mejoramiento de la calidad del suelo, brindan el punto de partida para esta perspectiva y deben por ello considerarse prioritarios.
Mejorando la calidad del suelo

Un enfoque más efectivo que centrarse en las obras de conservación de suelos es el uso de medidas agronómicas, biológicas y mecánicas para mejorar la calidad del suelo a través de la protección del mismo, la incorporación de materia orgánica y el uso de los organismos del suelo. Estos procedimientos apuntan directamente a factores como la estructura del suelo y la cobertura de su superficie, y que pueden ser controlados por el usuario y usarse para reconstruir el suelo en un sistema dinámico y viviente. Los suelos que favorecen el crecimiento de las raíces también favorecen su conservación y una mejor retención del agua en el mismo predio.

El mejoramiento de la estructura del suelo y la capacidad de infiltración puede resultar en un mejoramiento tanto de la producción como de la conservación del suelo. Las mejoras en la administración de cultivos, tales como una plantación temprana, una densidad óptima, el dejar los residuos de las cosechas en la superficie y el uso de abonos verdes (ver LEISA Boletín de ILEIA, vol. 13 nº 3, p. 12 -13), reducen la erosión, fomentan la infiltración del agua y, a través del mejoramiento de la calidad del suelo, conducen a un incremento en la producción. Un ejemplo práctico de este enfoque es el sistema Quesungual en el oeste de Honduras (ver LEISA Revista de Agroecología, vol 18 nº 3, p. 10 -11).

La experiencia de Honduras muestra que, aun cuando las prácticas de conservación de suelos tienen un rol específico, éstas deben combinarse con tecnologías y prácticas agronómicas que conduzcan a un mejoramiento de la calidad del suelo. Si se usan de manera aislada, es poco probable que resulten en un incremento de la productividad, que es la mayor preocupación de los agricultores.

Las recientes experiencias positivas con los sistemas de labranza cero, de rápida expansión en América Latina, muestran que cuando la calidad del suelo mejora, aumenta la producción agrícola y disminuye la erosión del suelo. Sin duda, todavía se necesitan cambios fundamentales de política para aliviar la presión que reciben las zonas de ladera de América Central con cambios que incluyen una distribución más equitativa de las tierras y un mayor acceso a los mercados. Sin embargo, a pesar de las numerosas restricciones económicas y agroecológicas para mejorar el manejo de las tierras, los agricultores pueden mejorar la calidad del suelo a través del uso de tecnologías que fomenten tanto la productividad como la conservación de los suelos. A través de estos enfoques es que las laderas de América Central pueden seguir siendo cultivadas de una manera sostenible por los pequeños agricultores.

Jon Hellin
ITDG, Centro Schumacher para el Desarrollo Tecnológico, Bourton Hall, Bourton-on-Dunsmore, Warwickshire, CV23 9QZ, Reino Unido.

Referencias
– Bunch R., 1982. Two ears of corn: A guide to people-centered agriculture. Vecinos Mundiales, Oklahoma.
– Hallsworth, E.G., 987. Anatomy, physiology and psychology of erosion. Federación Internacional de Institutos de Estudios Avanzados. John Wiley & Sons Ltd., Chichester.
– Hellin, J. y M.J. Haigh, 2002. Better land husbandry in Honduras: towards the new paradigm in conserving soil, water and productivity. Land Degradation & Development, 13.
– Hellin, J. y K. Schrader, 2003. The case against direct incentives and the search for alternative approaches to better land management in Central America. Agriculture, Ecosystems & Environment, 99.

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