El estudio involucró a los agricultores de zonas con una amplia tradición de terraceo, y fue llevado a cabo durante un número de años, según las oportunidades que se presentaban, en cuatro países distintos.
Cuatro sistemas de andenerías
Las terrazas más antiguas en el estudio – con más de mil años de antigüedad – se encuentran en las laderas de los Himalayas en el Estado de Uttaranchal en la India. Aquí, toda la tierra de cultivo está en terrazas de plataforma de base ancha, que propician la infiltración de la lluvia y hacen posible el uso de bueyes para cultivar las laderas empinadas. La precipitación anual promedio es alrededor de 1.750 mm, aunque es errática y altamente estacional. Las paredes de las terrazas o “taludes” algunas veces tiene la cara de piedra – cuando hay disponibilidad de ésta – pero con frecuencia son estructuras de tierra. Los cultivos más comunes en el área son: mijo, sorgo y soja. En los pisos de los valles hay terrazas irrigadas, pero la agricultura de secano domina el paisaje y la economía.
El distrito de Kabale, en el sudoeste de Uganda, tiene un paisaje de colinas cubierto de pequeñas parcelas en diferentes estadios de cultivo y divididas por los desniveles entre las terrazas que cubren todas las laderas. Estas no son andenerías antiguas, sino una “interpretación” local de una ordenanza colonial obligatoria de la década de 1940, que requería que los agricultores sembrasen fajas de pasto elefante (Pennisetum pupureum) en todas las laderas, a intervalos de 15 metros, para controlar la erosión del suelo. Lo que ha evolucionado a la fecha, es una serie de andenes hacia adelante de las laderas. Ya en 1949, una publicación oficial de Uganda se jactaba que el área había logrado un “estándar de conservación de suelos no superado en ninguna parte de Africa”. Estas terrazas tienden a tener una faja muy fértil de suelo profundo retenido por la barrera de pasto. Este es el resultado no sólo de la erosión causada por el agua (las precipitaciones oscilan entre 1.000 a 1.500 mm por año), sino también de la práctica de limpiar con azadón manualmente la tierra en el sentido de la pendiente, lo que arrastra el suelo progresivamente hacia la parte baja de la ladera, en lo que se conoce como “erosión de los cultivos”.
Durante el período de crecimiento, un cultivo saludable en un suelo rico detrás de los cercos de contención contrasta notablemente con los cultivos pobres que han crecido en suelos superficiales en la parte alta de los campos. Las variaciones en la fertilidad, denominadas “gradiente de fertilidad” son obvias. La disminución en la fertilidad del suelo y los deslaves siguen siendo problemas en Kabale.
En contraste, las altiplanicies de Java tienen suelos volcánicos, relativamente fértiles. En la región alrededor de la ciudad de Yogyakarta en el centro-sur de Java, por ejemplo, la agricultura ha ido subiendo constantemente por las laderas, haciendo uso de las terrazas. Durante el siglo diecinueve, bajo la presión de un rápido crecimiento de la población, los agricultores empezaron a invadir rápidamente las laderas antes cubiertas de bosques.
Como en la India, los agricultores habían realizado terrazas tradicionales en sus tierras irrigadas por las lluvias. En algunas áreas los programas gubernamentales han transformado lo que eran terraplenes en “patamar” en terrazas de plataforma, pero en la mayoría de lugares los agricultores han completado esta transición ellos mismos. El resultado es un paisaje de terrazas, cuyas plataformas tienen una ligera inclinación hacia atrás, que permite el drenaje del exceso de agua. Las precipitaciones son de alrededor de 2.000 mm por año, que permite el crecimiento de una amplia variedad de cultivos anuales de altura (palawija). Toda la ganadería es criada en establos, y el estiércol recolectado se incorpora al suelo.
Venda es parte de la provincia de Limpopo, hogar de uno de los pocos ejemplos de terracería tradicional a pequeña escala en Sudáfrica. Visualmente es muy impresionante. La mayoría de las terrazas tienen muros de piedra (mitsheto) que se han construido con orgullo y una albañilería de considerable destreza.
Durante el “apartheid” (segregación racial), Venda fue designada como uno de los homeland en los cuales la población nativa “no blanca” era reunida por el gobierno. Porque las áreas estaban generalmente aisladas, la agricultura de escasos recursos era marginal y la tierra rápidamente se volvió severamente degradada. Sin embargo esto fue menos notorio en Venda, donde la tradición de construir casas y paredes con muros de piedra había existido por generaciones. Los agricultores locales continuaron la tradición e invirtieron enormes cantidades de trabajo voluntario para construir terrazas con muros de piedra para su principal cultivo (el maíz), siendo común que los agricultores dediquen más de 500 días de trabajo por hectárea, construyendo terrazas en las laderas más empinadas.
Estos cuatro sistemas de terrazas se encuentran a miles de kilómetros de distancia e involucran a varios pueblos, orígenes y problemas. En un período de ocho años, las mismas preguntas básicas –con algunas especificaciones según el lugar– fueron planteadas a los agricultores de estas zonas. La Tabla 1 muestra las respuestas que estos cuatro grupos dieron a cinco preguntas claves.
Las cuatro preguntas del primer grupo fueron respondidas con una consistencia admirable. Prácticamente todos los agricultores entrevistados reconocieron que ocurrían procesos de erosión en sus propios campos, a pesar de las terrazas, y la mayoría en cada muestra del país creía que el problema se estaba volviendo menos grave. Probablemente el hallazgo más significativo del estudio fue la regularidad al considerar la escala de la “disminución de fertilidad del suelo”, como el efecto negativo más importante de la erosión. Lo que ha preocupado a los agricultores no es la pérdida de cantidad de suelo, sino la consistente disminución de su potencial productivo. También hubo, no sorprendentemente, una clara apreciación de la necesidad de mantener las terrazas y de construir canales entre los camellones en cada temporada. Las actividades humanas, incluyendo el sobrepastoreo y la falta de mantenimiento, así como causas naturales (lluvias torrenciales) fueron consideradas como una de las principales causas de la erosión.
Las principales diferencias entre los agricultores en las cuatro áreas surgieron de las respuestas a la pregunta: ¿Cuáles son las principales fuentes de erosión en la zona? y a algunas de las otras preguntas no incluidas en el resumen de la Tabla 1. En Java los agricultores estuvieron de acuerdo con una investigación científica en curso -en la cual uno de los autores participó- que indicaba que los camellones en las terrazas eran la mayor fuente de sedimento. En Venda, los lugareños señalaron que los caminos mal diseñados y un mal drenaje estaban causando erosión por escorrentía, y que ellos sufrían las consecuencias de esto. Aquí también se tuvo un ejemplo de cómo las prácticas espirituales y los rituales locales pueden influenciar los enfoques de conservación de los suelos. Al lago Fundudzi, allí ubicado, se le considera sagrado y durante la década de 1960 se volvió “rojo”, debido aparentemente al incremento de sedimentaciones. Esto condujo a las autoridades locales a intervenir y hacer una campaña para que la población conserve mejor su suelo, y así poder mantener la integridad del lago.
En Uganda se considera que los campos de cultivo son la principal fuente de erosión, y lo que caracteriza a la zona es que las terrazas tienden a colapsar cuando el suelo se satura, y por un efecto en cadena se produce el deslizamiento gradual de toda una serie de terrazas por la ladera. Los agricultores de Uganda señalaron la importancia de andenes como marcadores de límites. Las presas de contención construidas al final de los campos son las más protegidas: si estas colapsan, entonces los vecinos de más abajo reciben el regalo de un suelo muy fértil. En Uttaranchal, India, los agricultores cuidan sus terrazas según tradiciones milenarias y entienden claramente su propósito y valor. Con gran interés perciben que la deforestación ha sido la causa de la escasez de agua durante la estación seca, ya que reduce la capacidad de retención del agua de las lluvias. También indicaron su preocupación por la invasión de árboles de pinos (Pinus roxbughi) que requieren mayor cantidad de agua y que han desplazado al roble nativo (Quercus leucotrichopora), que es conservador natural de la humedad.
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A pesar de las dificultades que tiene hacer comparaciones a través de culturas muy diferentes, usando un cuestionario practicamente común, es posible extraer algunas conclusiones. Por ejemplo, en estas áreas donde todos tienen tradiciones de terrazas en secano (de temporal), el conocimiento y la práctica local muestra un notable grado de consistencia. Sin embargo, hay claras diferencias que inevitablemente surgen de las variaciones en los sistemas de producción, paisajes y tradiciones socio-culturales. En total se obtuvieron varias lecciones al comparar los resultados de los cuatro grupos que tomaron parte en este estudio.
Primero, la tradición de tener y usar terrazas es muy fuerte en cada uno de los lugares. La población es consciente de la importancia de sus terrazas para la producción agrícola, y reconocen los problemas asociados con éstas y la necesidad de su mantenimiento permanente. Segundo, mientras sus sistemas de conocimiento del medio ambiente no coinciden exactamente con los sistemas de “conocimiento científico”, generalmente no chocan con éstos. De hecho, pueden agregar valor a las observaciones y medidas propuestas por los foráneos, como se muestra en algunos resultados. Tercero, hay claras posibilidades de “aprendizaje cruzado” al compartir el conocimiento local, ya sea que provenga de tradiciones bien establecidas o de innovaciones recientes.
Este estudio no fue hecho siguiendo un patrón estructurado y predeterminado. Sin embargo, al aprovechar la oportunidad –que surgió a través de los años– de observar los mismos factores en distintos lugares, fue posible documentar los diferentes enfoques que las personas tenían con respecto a problemas más o menos comunes usando criterios similares. Los resultados muestran que los agricultores tienen un claro entendimiento de sus problemas y sus propias ideas de cómo tratarlos. Tal información y experiencias pueden propiciar cambios en el modo en que se perciben y promocionan las tecnologías de conservación de suelos por los “especialistas”, en diferentes partes del mundo. No es la prevención de la pérdida del suelo como tal lo que debe enfocarse en los esfuerzos por la conservación de los suelos – sino más bien la optimización de la producción agrícola en la tierra disponible para el agricultor. La producción y la conservación van de la mano.
Reconocimientos por su papel en los estudios originales a:
– Escort Netshikovhela, Departamento de Agricultura, Provincia de Limpopo, Sudáfrica.
– Sakariza Qori, Universitas Gadjah, Mada, Yogyakarta, Indonesia
– Henry Dan Miro, Ministerio de Agricultura, Industria Animal y Pesquería, Entebbe, Uganda.
– Girish Negi, Instituto Himalayo de Medio Ambiente y Desarrollo, Uttaranchal, India
William R.S. Critchley. Coordinador, Unidad de Desarrollo de Recursos, CIS –Centro de Cooperación Internacional, De Boeleelaan 1105– 2G, 081 HV Amsterdam, Países Bajos.
Email: WRS.Critchley@dienst.vu.nl
Marit Brommer. Centro Internacional de Agua y Sanidad. Casilla Postal 2869, 2601 CW Delft, Países Bajos.
Email: brommer@irc.nl
Referencias
– Critchley W.R.S. y Netshikovhela, 1998. Land degradation in South Africa: conventional views, changing paradigms and a tradition of soil conservation. Development Southern Africa 15 (3), 449-469.
– Critchley W.R.S., S. Sombatpanit y S. Medina. Terraces in the tropics: uncertain steps? En: “Response to land degradation”, editado por E. Bridges et al. Science Publishers, Enfield, Estados Unidos.
– Critchley W.R.S. y M. Brommer, 2003. Innovation and infiltration: Human ingenuity in the face of water shortage in India and Kenya. Documento presentado en International Symposium on Water, Poverty and Productive Uses of Water at the Household Level, Johannesburgo, enero 2003. IRC International Water and Sanitation Centre, Delft, Países Bajos.