Para el presente estudio de caso, elegimos a la comunidad de Xohuayán porque reúne varias características importantes: comparte la rica tradición agrícola del Puuc (sierrita del sur de Yucatán), con una gran capacidad de adaptación de innovaciones agrícolas que integra al resto del sistema, lo que ha tenido impacto en otros agricultores. Finalmente, en Xohuayán se han llevado a cabo varias investigaciones previas en temas agropecuarios, antropológicos, históricos, agrarios, de género, etc. (Moya, 1998, Moguel y Keane, 2000, Rosales y Moya, en prensa, Rosales y Rejón, en prensa).
Contexto ambiental, sociocultural y económico
En Yucatán, las actividades tradicionales como la milpa y la apicultura son estrategias de manejo que han permitido preservar parte de las selvas de la región, a diferencia de lo que sucede en otras zonas tropicales de México y Centroamérica, donde la ganadería extensiva y los cultivos comerciales las han sustituido.
Sin embargo, la sustentabilidad del sistema milpero está amenazada por el acortamiento de los periodos de descanso (barbecho) de las tierras (de cerca de 20 a menos de 7 años), además que la diversidad de cultivos integrados en el sistema es cada vez menor. Sucede lo mismo con la diversidad de la vegetación de las zonas sobre-explotadas. Esta situación ha reducido la fertilidad del suelo y la productividad de la milpa, con rendimientos de maíz cercanos a los 750 kg/ha (Arias, 1992; Mariaca, 1992; Caamal, 1995, Dzib, 1997). Aunado a ello, los periodos de lluvia y sequía se han vuelto sumamente erráticos, aumentando el riesgo de que los campesinos pierdan sus cosechas. Por si fuera poco, los precios del maíz, principal producto comercial de la milpa, han caído por debajo de sus costos de producción, debido a la apertura comercial al bloque norteamericano.
Un factor que ha agravado el problema ambiental y socioeconómico de la milpa maya ha sido la mayoría de las políticas públicas aplicadas al sector rural. Se ha buscado modernizar el sistema milpero con soluciones exógenas, poco adaptadas a las condiciones locales de la zona, como, por ejemplo, el uso de fertilizantes químicos (18-46-00) y semillas híbridas de maíz.
Varias de las prácticas agrícolas exógenas van aparejadas con cambios en el uso de la tierra (sedentarización de las milpas e inversiones individuales en ellas). Esto a su vez ha causado el debilitamiento de las instituciones locales que sustentan a la comunidad maya, como por ejemplo la del «uso común» de la tierra, o la asamblea ejidal, en varias comunidades cercanas a Xohuayán (Flores, 2000). La sustentabilidad sociocultural del sistema agrícola local está fuertemente ligada a estas instituciones.
En Xohuayán hay un poco más de 350 campesinos que en la década de los noventas trabajaban cerca de 1.000 hectáreas de milpa por año. La cantidad que ahora se hace anualmente es de alrededor de 500. Desde 1994, se creó en esta comunidad una organización campesina: Me’himaac S.C., que se ha encargado de experimentar y desarrollar prácticas agrícolas y agroforestales como opciones para mejorar la milpa maya. Lo destacable es que ha ido apropiándose de las mismas a través de su integración en el sistema más amplio de manejo de los recursos naturales de la comunidad (Moya, 1998 y Rosales y Moya, en prensa).
Todos los habitantes de Xohuayán pertenecen a la etnia maya-yucateca y hablan su lengua, con un 35 por ciento de la población que sólo habla maya (sobre todo mujeres y ancianos). Los pobladores tienen una fuerte identidad indígena local; poseen milenarios conocimientos, una fuerte estructura familiar patrilineal, así como numerosas tradiciones y rituales que mantienen viva su cosmovisión. El poblado está situado en el centro de la sierra Puuc, al sur del estado de Yucatán, a 130 kilómetros de la ciudad de Mérida (capital del Estado). El clima es cálido subhúmedo (Aw), con temperaturas medias de 25oC, y precipitación anual de 1.100 mm.
Los campesinos y campesinas de Xohuayán tienen muchas formas de acceder a la tierra (de 3 a 7 hectáreas por persona al año), aunque casi ninguno cuenta con sistema de riego. En principio todos los habitantes tienen derecho al uso de tantas hectáreas como puedan trabajar dentro de la superficie del ejido. Sin embargo, como en el ejido no quedan ya muchos valles planos, hay muchos campesinos que buscan otras alternativas. Una segunda forma de acceder a la tierra son los ranchos de propiedad privada que están cerca de la comunidad, y que pertenecen a las principales familias de Xohuayán. Más de la mitad de la población puede acceder a estas tierras a través de un pariente lejano. Otra forma de tener una parcela para sembrar la milpa es perteneciendo a una sociedad cooperativa; en Xohuayán hay dos, y juntas integran a 160 campesinos; más de la tercera parte del total (Moya, 1998). Estas sociedades tienen derechos de propiedad sobre terrenos planos de mediana y buena calidad, que se reparten equitativamente entre los socios.
Xohuayán es un importante centro productor de hortalizas, principalmente chile habanero para el mercado de las ciudades cercanas y cuenta con un gran número de migrantes a los Estados Unidos y a centros turísticos como Cancún. Esta mezcla de tradición y cambio acelerado ha convertido a la comunidad en un nicho para aprender de las múltiples formas en que los hombres y mujeres mayas están enfrentando el reto de la globalización en los inicios del siglo XXI.
Metodología utilizada
Agricultores mayas del Ejido Xohuayán en una parcela con mucuna como cultivo de cobertura / Foto: T. Gianella
El modelo de evaluación tipo «marco lógico» que construimos como equipo de trabajo está basado en el Método MESMIS, por dos razones. La primera y más importante es porque es compatible con la racionalidad con la que los campesinos de Xohuayán manejan sus milpas, en el sentido de que miran la milpa como un sistema complejo, integrado por numerosos elementos, prácticas, conocimientos y valores, que para su mejor entendimiento hemos diferenciado como ambientales, socioculturales y económicos. La otra razón es de tipo práctico, puesto que todos los equipos que participamos en este programa de investigación optamos por el MESMIS como marco metodológico.
El propio MESMIS nos facilita también la sistematización del proceso de evaluación, desmenuzando cada uno de los aspectos que queremos analizar, llegando hasta los indicadores, medios de verificación y unidades de medida.
Por otro lado, una innovación metodológica propuesta por el equipo de Yucatán es la utilización de un método sistemático para realizar el propio trabajo del equipo, el enfoque de las «plataformas» (Rölling, 1998) según el cual parte del éxito al abordar un tema depende de la adecuada comunicación y negociación entre los actores sociales que tienen algún legítimo interés en el mismo. Dado que en Xohuayán se han realizado diversos proyectos de investigación y desarrollo, creímos conveniente que todas las instituciones y grupos involucrados participaran en el caso de estudio. Con ello, el proceso de investigación se vio enriquecido especialmente en los pasos de revisión de experiencias previas, diseño del modelo de evaluación y el análisis de la información encontrada en campo.
Pero encontrar la adecuada facilitación de la plataforma, para superar la diversidad cultural de los agentes, requirió de un trabajo de reflexión intercultural que partió de generar «conceptos puente» entre culturas, los mismos que fueron asimilados por todos los miembros, así como explicitar los significados de palabras técnicas y palabras mayas a lo largo de todos los talleres. Esto nos permitió no solamente hacer un análisis interdisciplinario, sino también intercultural.
Algunos de estos conceptos puentes son: Mecate, medida local para referirse a 400 m2; Me’ hi-maac, hombre que se realiza y se identifica por su limpio trabajo en la agricultura y otros, que a pesar de provenir de una de las culturas son comprendidos e interiorizados por todos en forma común.
Resultados en Xohuayán: aspecto ambiental
A diferencia de los ecosistemas naturales, los agroecosistemas son sistemas originados por la acción del hombre con el objeto de utilizar el medio de forma sustentable para obtener productos vegetales o animales de consumo inmediato o transformables (Montaldo, 1985; Ramos Rodríguez y Hernández- Xolocotzi, 1985). En este sentido, sus funciones son la fijación y la utilización de energía solar para el beneficio del ser humano y la conservación y reciclaje de los recursos minerales, con el propósito de mantener la base sobre la que se sustenta dicho agroecosistema, es decir, el suelo. En tal contexto, cuatro fueron los atributos que se consideraron fundamentales para evaluar la sustentabilidad del sistema milpero de Xohuayán desde la perspectiva ambiental: a) eficiencia, b) estabilidad c) rendimiento y d) adaptabilidad al entorno.
Eficiencia
En Xohuayán encontramos cinco variantes de la milpa, que van desde la forma más tradicional (chacbén o milpa de roza-tumba-quema recién abierta), hasta versiones modernizadas, no itinerantes («arado») e incluso ecológicas e intensivas («labranza-mínima»). Esta amplitud de esquemas de manejo es el resultado de una cuidadosa combinación de elementos tales como: tipos de suelo, sectores territoriales en el ejido, distintas variantes de milpa, diferentes cultivares de maíz y otras plantas, épocas del año, etc. Cada campesino encuentra una combinación diferente de acuerdo con los recursos y objetivos específicos que tiene en su sistema, lo cual es, desde la perspectiva ambiental, una manera de adaptarse a circunstancias particulares y cambiantes del entorno, y aprovechar los recursos de forma eficiente. Así, aunque hay diferencias de productividad en las distintas variantes de la milpa, en su conjunto la producción hace que el sistema sea energéticamente muy eficiente. De hecho, el promedio de maíz cosechado bajo este sistema fue de 1.139 kg/ha en 2001 (un año promedio en cuanto a lluvias se refiere), lo que para la región es un nivel muy por arriba del promedio, que llega en ocasiones a casi 600 kg/ha en algunas zonas del estado de Yucatán.
En Xohuayán se producen, además del maíz, más de 20 hortalizas y frutas: calabaza xka’, calabaza xmején, pepino, melón, sandía, ibes, frijol, pitahaya, mango, zapote, mamey, chile (habanero, dulce, xkat), tomate, etc.. Desde luego, no depender de un solo producto tiene implicaciones económicas y nutricionales, pero favorece el reciclaje de nutrimentos y la regulación de procesos hidrológicos locales, de modo que es otro indicador de la eficiencia ecológica del sistema.
La perspectiva ambiental de la sustentabilidad se ve reforzada porque hay un uso eficiente de los espacios para producir determinados cultivos, que en conjunto representan el conocimiento que los campesinos tienen de las posibilidades de su entorno. Con un mayor conocimiento, hay una mayor diferenciación y un uso más eficiente de los distintos microhábitats.
Intercalar leguminosas de cobertura en la milpa de labranza es otro indicador de la eficiencia del sistema, pues en este caso la leguminosa aporta materia orgánica, controlando la maleza y reteniendo la humedad. Las leguminosas generan así una modificación del ambiente que impacta positivamente al cultivo de maíz, y sobre todo ahorran mucho trabajo a los campesinos. En el cuadro 1 vemos cómo las variantes de la milpa que utilizan leguminosas y otros cultivos para controlar malezas (como la «labranza mínima»), logran reducir a porcentajes mínimos el trabajo de «chapeo» (limpieza manual de maleza).
Estabilidad
Un primer criterio en este atributo es el «mantenimiento o mejoramiento de los niveles de fertilidad del suelo» a lo largo de los años. Varios son los elementos que influyen en los niveles de fertilidad, como por ejemplo el paso de la milpa chacbén (nueva) a la milpa cañada (2º o 3er año), ya que cada año los nutrientes son consumidos por el maíz y los demás cultivos. Otro elemento importante es el tipo de suelo utilizado (los productores saben que hay suelos más fértiles que otros), así como el manejo que los productores de Xohuayán han aplicado a sus parcelas. Esto lo podemos ver en los cuadros 1 y 2.
El efecto del manejo es menos evidente. Sin embargo, es notorio que en los suelos rojos (luvisoles) sujetos a manejos diferentes, las mayores cantidades de materia orgánica están en las milpas «cañada» y en las de «labranza». Aunque no significó una gran diferencia, la tendencia observada en el suelo mecanizado fue de menor contenido de materia orgánica (expresada como C orgánico). El nitrógeno total (N) presentó poca variación, de 1,4 a 1,7 g/kg suelo, del suelo sin quema y del de cañada, respectivamente. Sin embargo, la actividad de los microorganismos varió desde 118 hasta 277 mg CO2/kg suelo para los suelos de milpa cañada y milpa arado. Lo anterior podría resultar de la incorporación del rastrojo en los suelos mecanizados, lo cual mejora las condiciones que incrementan la descomposición de la materia orgánica.
Es claro que en los suelos de la milpa «arado», aunque presentan condiciones aparentemente favorables de actividad microbial, la materia orgánica ha disminuido sensiblemente. Sin embargo, los suelos de milpa «cañada» y de «labranza» han logrado mantener niveles importantes de actividad microbiana, además de haber presentado los mejores contenidos de otros nutrimentos como P y K. Los campesinos de Xohuayán ya han comenzado a palpar estos beneficios en términos de rendimientos, y se han apropiado de la práctica de los cultivos de cobertura.
Rendimiento
La producción de maíz en las diferentes variantes de la milpa fue altamente significativa (desde 930 hasta 2.000 kg/ha). Estos cambios mantuvieron la misma proporción a lo largo de varios años; por ejemplo entre un año de buena lluvia (1997) y un año con condiciones climáticas promedio (2001). El menor rendimiento en el 2001 se obtuvo en la milpa «cañada» con 930 kg/ha, mientras que el sistema de milpa sin quema rindió 1.300 kg/ha. La milpa «arado» produjo 1.400 kg/ha, mientras que la milpa con «labranza mínima» fue la de mayor producción con casi 2.000 kg/ha.
También son evidentes los otros beneficios de la variante de milpa «labranza mínima» con los altos volúmenes de frijol terciopelo. Los rendimientos de calabaza fluctuaron entre 1.100 y 2.530 kg/ha. El menor rendimiento de calabaza fue para la milpa «cañada», mientras que el más alto se obtuvo en la «labranza mínima».
Abordando el criterio de «vulnerabilidad ambiental», es claro que las enfermedades de los cultivos no representan en grado alguno una amenaza para el sistema; las plagas, en cambio, sí pueden serlo. Los campesinos relataron como en la temporada del año 2000 se perdieron casi todas las siembras de chile habanero por el ataque del ácaro blanco, que les transmitió una virosis entonces desconocida.
Los sistemas tradicionales de roza-tumba-quema se ven obligados al cambio de terreno después de dos años de cultivo, por la abundancia de malezas. En las temporadas 2001 y 2002, pudimos observar que existen buenas prácticas locales para combatirlas. Inclusive, hubo menor abundancia de maleza en los terrenos donde se intercaló el maíz con el frijol terciopelo o mucuna (Mucuna pruriens), en comparación con los sitios sin esta leguminosa, a pesar que la lluvia fue abundante durante el tiempo de evaluación.
Con respecto a la vulnerabilidad del sistema por la variabilidad de la precipitación (periodos largos de sequía), observamos que los campesinos tratan de predecir cómo va a ser el año en ese aspecto y actúan según dichas predicciones. La diversificación de cultivos y la siembra de abonos verdes de cobertura, son algunas de las prácticas efectivas que observamos para la prevención y disminución de los efectos negativos de la irregularidad en la precipitación durante los meses de sequía. También se intercalan los tiempos de siembra de las diferentes milpas y productos, como otra forma de defenderse de las pérdidas por falta de agua. Los cultivos menos resistentes se siembran cuando la temporada de lluvias está bien establecida y, aunque las etapas de sequía canicular (julio-agosto) pueden afectar a algunos cultivos, la propia diversificación compensa esas pérdidas.
Adaptabilidad al entorno
El equipo decidió evaluar este último atributo a través de los criterios de «conservación de la biodiversidad» e «interacción con otros subsistemas» (solar, huertas de frutales, etc.). La diversidad en el paisaje agrícola de Xohuayán es un indicador del papel que juega el sistema agrícola en la conservación de la biodiversidad. El equipo llegó a una conclusión preliminar; por un lado, debido a la diversificación en las variantes de la milpa, cada año se tumba menos selva y se realizan menos quemas en el contexto de la agricultura. Por el otro, la emigración de jóvenes a los Estados Unidos ha producido directa e indirectamente un descenso en el número total de hectáreas de milpa que siembran las familias de Xohuayán.
De acuerdo al titular del comisariado ejidal, entre los años 1997 y 2002 la superficie total de milpa sembrada se ha mantenido estable (cerca de 1.000 hectáreas). Sin embargo, otros campesinos entrevistados nos dijeron que cada año se siembran menos milpas (el comisariado no puede aceptar públicamente esto, ya que todos los presentes y ausentes siguen cobrando el subsidio de PROCAMPO por hectárea). Todas las personas entrevistadas coinciden en que el número de nuevas parcelas abiertas anualmente debería ser mucho menor (de 300 a 150 hectáreas) y las quemas agrícolas también han disminuido (de 900 a casi 400 hectáreas en cuatro años). El impacto de esta disminución tendría que calcularse con base en el total de emisiones de gases contaminantes que se hacen, así como al total de metros cúbicos de biomasa producidos. En esta investigación pudimos verificar que en algunas zonas del ejido de Xohuayán han aumentado los periodos de descanso de la selva; de hecho, en el sur del ejido encontramos una amplia superficie de vegetación con una antigüedad mayor a 20 años, que no se está utilizando para la agricultura.
Tomando en cuenta que el ejido cuenta con 2.350 hectáreas, y que solo la quinta parte de la agricultura se lleva a cabo dentro de las mismas (el resto se hace en otros terrenos privados que pertenecen a la mayoría de las grandes familias de Xohuayán), el periodo de barbecho podría en el futuro cercano alargarse a poco más de 75 años. Esto nos permite concluir que no hay una fuerte presión sobre los recursos naturales y que el atributo de adaptabilidad al entorno del sistema milpero de Xohuayán parece robusto. No obstante hay que tener en cuenta que del total de hectáreas existentes en el ejido, solo un diez por ciento son campos planos, adecuados para la agricultura con suelos profundos llamados ka’ankaab y en promedio tienen media hectárea cada uno. En vez de abrir cada año nuevas zonas de cultivo, la tendencia es que los campesinos comiencen a ocupar estos pequeños campos en forma permanente, lo cual hemos visto en otros ejidos de la zona.
En cuanto al criterio de «diversidad de cultivares» encontramos que tan sólo de ibes (Phaseolus spp.) hay siete cultivares (hay 6 más de frijol, 3 de chile, 8 de maíz, 4 de calabaza, etc.). El xmejen iib es el que se da todo el tiempo en época de lluvias, mientras que otros tienen ventajas tales como tolerancia a las plagas y enfermedades, productividad, etc.. Esta diversidad es alta en comparación con la de otros ejidos tradicionales de la región sur de Yucatán, como Chacsinkín, donde se utilizan poco más de la mitad de todos estos cultivares (Moya y Ku, 2000).
El intercambio de productos, subproductos e insumos entre el sistema agrícola y los otros sistemas de la familia campesina (solar, huerta de frutales) parece alto y está probado que mejora la eficiencia y la adaptabilidad de la milpa. Encontramos fuertes interrelaciones entre la milpa y el solar, ya que el 85 por ciento de la dieta de aves, cerdos y bovinos (principales animales en el solar de Xohuayán) proviene de la milpa y las zonas de selva que la circundan. El intercambio de insumos-productos entre ambos sistemas los hace más eficientes: un estudio comparativo de dos unidades tradicionales de crianza de cerdos demostró que el índice de costo-beneficio es 30 por ciento mayor cuando la dieta está dominada por los insumos locales ya mencionados, en contraste con insumos industrializados (Moya, 1998). Otro campesino nos explicó que, al integrar árboles forestales (chakah) dentro de su parcela de milpa «labranza mínima», cuenta ahora con alimento todo el año para una vaca de poste, lo cual le ahorra el trabajo de salir al monte expresamente a cortar yerbas para alimentarla. Y los beneficios son también recíprocos. Eulalio Chan nos explicó que los rendimientos en su parcela de milpa «arado» han aumentado desde que permite que varias vacas de su familia pasten en su milpa y consuman los restos de la caña del maíz y del frijol mucuna que quedan después de la cosecha. En esta forma, las vacas aprovechan el alimento y también fertilizan el suelo durante casi dos meses al año.
Variante de la Milpa | Trabajo en un mecate solo en control de maleza |
Porcentaje con respecto al total de trabajo invertido |
---|---|---|
Milpa chacbén | 0,25 día | 13% |
Milpa «cañada» | 0.48 día | 32% |
Milpa «arado» | 0.7 día | 37% |
Milpa «labranza mínima» | 0.7 día | 11% |
Cuadro 1. Requerimientos en días de trabajo por ciclo para controlar malezas en las diferentes variantes de milpa, para la superficie de un «mecate» (400 m²) |
Análisis / Suelo | N total | Carbono orgánico g/kg suelo |
MPAN NH4 |
Conductividad eléctrica s/cm |
---|---|---|---|---|
Cañada (rojo) | 1,7 | 23,7 | 39,7 | 204 |
Labranza (rojo) | 1,6 | 26,2 | 12,3 | 353 |
Mecanizado (rojo) | 1,6 | 23,3 | 29,1 | 373 |
Sin quema (rojo) | 1,4 | 23,8 | 34,7 | 287 |
RTQ (negro) | 6,2 | 90,9 | 60,9 | 529 |
N total: nitrógeno determinado por el método Kjeldahl; MPAN: mineralización potencial anaerobia del N como amonio (NH4). Cuadro 2. |
Tipo de milpa | Rendimiento de maíz en un buen temporal (1997) |
Rendimiento de maíz con lluvias promedio (2001) |
---|---|---|
Milpa Chacbén | 3.000 kilos/ha | NO DETERMINADO |
Milpa «cañada» | 1.500 kilos/ha | 930 kilos/ha |
Milpa «arado» | .7000 kilos/ha | 1.400 kilos/ha |
Milpa «labranza mínima» | 6.000 kilos/ha | 2.000 kilos/ha |
Cuadro 3. Comparación de cosechas de maíz entre diferentes variantes de la milpa |
Área sociocultural
Para evaluar el área sociocultural, el equipo eligió varios atributos sobre los que se centra nuestro análisis: unidad y fortaleza como grupo («orden local»), endogeneidad, identidad colectiva y equidad social.
Unidad y fortaleza comunitaria
De acuerdo a los indicadores propuestos se verificó que las familias, en tanto unidades de producción pueden tomar decisiones sobre el qué, el cómo, el dónde y el cuánto producir. Esta capacidad de control sobre su proceso productivo, que en muchos otros sistemas agrícolas modernos poco exitosos han perdido las familias campesinas indígenas, es en gran parte responsable de la sustentabilidad de la milpa con todas las fortalezas descritas anteriormente.
Pero además en Xohuayán, la distribución y el manejo de los diferentes tipos de tierra y del trabajo son regulados, en este nivel, por las grandes familias patrilineales, al interior de las cuales se dan intercambios recíprocos en trabajo y en especies tanto para llevar a cabo las labores agrícolas en los diferentes tipos de milpa como para satisfacer las diferentes necesidades del consumo doméstico cotidiano, de las celebraciones rituales o las derivadas de diferentes actividades. Se ha constatado la legitimación social de estas familias a través de las fiestas y los rituales agrícolas, como también su presencia dominante en las nuevas organizaciones de producción, al igual que en el manejo de la política local.
Al nivel de la organización comunitaria, tomaremos como eje de análisis a la fajina o trabajo obligatorio de todo jefe de familia que define su pertenencia a la comunidad y su relación con el acceso a la tierra ejidal. Tanto el comisario municipal como el comisariado ejidal son los que designan al nuevo miembro que ha de aportar trabajos gratuitos en necesidades colectivas. La obligación comunitaria está simultáneamente acompañada de una tutela especial: el fajinero es miembro reconocido del grupo y goza de los derechos de trabajo en las tierras del ejido, siempre que siga las normas de distribución interior que tienen los grupos familiares. Esta tutela se ejerce también al representarlos en asuntos externos que están más allá de la localidad (programas de gobierno, etc.).
La fuerza cohesiva de la «fajina» se deja sentir incluso en los miembros ausentes de la comunidad. De 1999 a 2002, más de 100 varones jóvenes de Xohuayán han ido a EEUU y desde allá cubren, mediante envíos de dinero, los costos de sus trabajos obligatorios para Xohuayán. De esta forma, la comunidad mantiene la vigencia de los derechos a todos sus miembros, en tanto éstos la ratifiquen cíclicamente.
Identidad y equidad territorial: el uso común de la tierra
En el ejido de Xohuayán, la norma comunitaria establece que todo habitante, nativo de allí, puede trabajar las tierras según su capacidad familiar, sin que otra ley disponga lo contrario. La reciente aplicación de la nueva ley agraria de 1993, según la cual los ejidos como Xohuayán podían dividir su territorio en parcelas individuales y privatizarlas, no prosperó y las instituciones gubernamentales tuvieron que acatar la decisión política local de mantener el «uso común» de la tierra.
Algo muy importante para la sustentabilidad del sistema agrícola es que el uso común no se contrapone a las posesiones interiores de tipo perenne, siempre que no rebasen cierta magnitud de superficie, como las propiedades familiares del pueblo: 179 solares o traspatios urbanos y las pequeñas propiedades privadas que rodean al ejido. Xohuayán tenía en el año 2000 una población de varones adultos de 220 individuos, los que en un 70 por ciento ya han «hecho familia» y demandan anualmente tierras para la milpa. Un campesino promedio en Xohuayán normalmente trabaja su solar y tres o más parcelas que se pueden situar indistintamente en el ejido o en la «pequeña propiedad» de alguno de sus parientes.
El uso común es, en definitiva, una institución local de gran inclusión política que revela la obligación histórica comunitaria de reciprocidad intergeneracional: «si emparcelamos el ejido, ¿dónde trabajarán nuestros hijos y los hijos de los hijos que vienen?» (Marcelo Xool, 60 años).
La agricultura como factor de unidad
A pesar de la vigencia del sistema milpero, la unicidad de la comunidad contrasta actualmente con los conflictos que se viven en el orden de autoridad municipal. Según la nueva fórmula el presidente municipal de Oxkutzcab tiene facultades legales para nombrar al comisario municipal de Xohuayán. Esta fórmula desestima la capacidad política del grupo para decidir su representante local ante el municipio. Esto ha provocado en los últimos nueve años los conflictos que ahora tienen las «comisarías» como Xohuayán, tal como lo expresa uno de los miembros del grupo perdedor: «…el que está con el Comisario, está con el Comisario; el que está con nosotros, está con nosotros; todos somos marcados: no se puede inclinar mi gente ante el Comisario. Tenemos cinco vehículos de pasajeros: dos para nosotros y tres para ellos; ninguna gente de nosotros sube al vehículo de ellos ni ellos suben al vehículo de nosotros. Tenemos cuatro molinos (de maíz): dos de nosotros y dos de ellos. Si ellos lograran comprar una luna, nosotros compramos otra. Hay mucha competencia…».
Las oposiciones entre las grandes familias dominantes ya existían pero se han agudizado con la intervención política externa. La facción del norte es la comandada por el patrilinaje de los Chan. La otra facción («los del sur») está representada por la familia May. Cada tres años una de las dos facciones ocupa los cargos de representación pública (comisario municipal y otros menores). El orden local se escinde en dos grupos distanciados por la práctica política de la comisaría. Lo mismo ocurre con las fajinas a las que convoca la autoridad municipal. El comisario en turno sabe que a su llamado no asistirán aquellos identificados con la facción contraria; él únicamente espera la colaboración de sus seguidores para las consecutivas limpiezas del pueblo tres veces al año, o para la construcción de la clínica de salud.
Lo importante para este caso es que, tanto el ámbito agrario (la propiedad y posesión de las tierras agrícolas), como la organización para el trabajo agrícola (grupos, familias amplias, etc.), son los pocos espacios en los que dicho conflicto no ha podido penetrar.
Identidad colectiva y cambio cultural
Xohuayán es una de las comunidades mayas del sur de Yucatán con más fuerte identidad local. El hecho que hasta 1985 no existieran carreteras pavimentadas para entrar y salir, permitió que se mantuvieran fuertes rasgos culturales como la lengua, el vestido, las fiestas y ceremonias y, por supuesto, las prácticas agrícolas tradicionales. Este contexto ha cambiado en menos de 20 años, Xohuayán cuenta hoy con varios teléfonos, carretera pavimentada, seis unidades de transporte colectivo, televisores en casi todas las casas, clínica de salud, escuela secundaria y más de 100 jóvenes varones que emigraron a los Estados Unidos. Sin embargo, hemos encontrado que muchos de los valores que determinan la identidad colectiva de sus habitantes permanecen intactos. La vida maya de Xohuayán parece proseguir por los senderos tradicionales que desesperan a los agentes externos del cambio cultural.
Uno de los elementos que podría presionar hacia la pérdida de la identidad colectiva es la emigración masiva de los jóvenes varones. El cambio más drástico se observa en los elementos materiales de la cultura como es el elevado número de construcciones nunca antes vistas, así como la multiplicación de las tiendas dentro de la comunidad. Se puede pensar que los cambios socioculturales esperados por la lógica de la masiva migración a Estados Unidos, lleven más tiempo. En primer lugar, porque las actitudes de los migrantes que regresan a la comunidad de origen, aún no se han podido observar; en segundo lugar, porque el reforzamiento de la autoridad paterna ha tendido a reproducir el antiguo sistema de residencia patrilocal que estaba casi en extinción cuando las nuevas generaciones de varones parecían preferir abandonar el solar del padre tan pronto se casaban. No obstante los nietos no siempre respetan la autoridad del abuelo. Algo que nos comentó uno de los campesinos entrevistados es un signo que, en algunos años, creará variantes en el uso de los recursos naturales: «…lo que se ve es que los muchachos que regresan de los Estados Unidos ya no aguantan el sol en la milpa; les da dolor de cabeza trabajar la milpa otra vez..» (Don Victoriano Chan, año 2002).
Sin embargo, por ahora, podemos decir que el sistema agrícola y los valores culturales ligados a éste forman parte de la memoria histórica local y refuerzan la identidad comunitaria y el sentido de pertenencia a la misma. La identidad residencial se explica también por la participación en las festividades patronales y en un sinnúmero de rituales, entre los que destacan los agrícolas asociados a la cosmovisión maya de devolver a la naturaleza, de manera simbólica, los frutos que de ella recibe. Hombres viejos y jóvenes, con sus respectivas familias, se organizan en los rituales anuales para ofrecer la bebida sagrada llamada sak’ab una vez cosechados los primeros frutos de la milpa. Doce grupos de parentesco extenso que se componen de 10 a 15 familias cada uno y que en diversas partes del ejido realizan invariablemente el ch’a’-cháak, son una manifestación de que, hasta ahora, en Xohuayán existe una gran organización ritual para el pedimento de la lluvia. Cada nueva actividad, grupo de trabajo o área recién abierta a la milpa, va siendo lentamente incorporada a los rituales del policultivo milenario del maíz, como es el caso de la «unidad de riego» que un grupo de campesinos de Xohuayán ha comprado a un particular.
Sustentabilidad en la agricultura y en la comunidad
Lo que Xohuayán revela, con sus prácticas agrícolas y su comunitarismo agrario, es la posibilidad de construir un mercado desde adentro, que ponga siempre por delante el bienestar de sus miembros sin negar los derechos ni la capacidad individual. La rentabilidad y eficiencia de varios tipos de milpa de Xohuayán cuestionan, entre otros, el replanteamiento radical del artículo 27 de la Constitución de 1992, que tiene como objetivo primordial abrir al mercado un bien social (la tierra) que se suponía mejor cuidado por la competencia económica y no por el uso comunitario. El caso que describimos prueba que, cuando menos para los pueblos indígenas, una agricultura localizada y fuertemente arraigada en los valores y conocimientos locales, es perfectamente capaz de coexistir con otras formas contemporáneas de agricultura.
Es preciso, sin embargo, aclarar que el actual marco jurídico y otras políticas públicas son más un obstáculo que una ayuda para este proceso de adaptación. Se trata de pensar en una nueva reterritorialización del país, que posibilite alentar formas de autocontrol social en la búsqueda de un freno al saqueo y empobrecimiento de los pueblos indígenas a que da lugar la estructura nacional actual (Díaz-Polanco, 1997); en especial las prácticas, conocimientos y cosmovisión de tipo organizativo y tecnológico que aquí llamamos sustentables.
Área económica
El modelo de evaluación en el área económica se basó en tres grandes atributos: rentabilidad, baja inversión y bienestar.
Rentabilidad
La rentabilidad económica es siempre básica para evaluar la sustentabilidad de un proyecto en el largo plazo. En tanto el sistema no sea autárquico, es decir, que esté algo conectado con los mercados, si no es rentable tendrá serios problemas para sobrevivir a medida que la economía local se mercantilice. Un ejemplo vivo es la práctica de hacer milpa en los «cerritos»; práctica marginal, en tanto esos son los peores suelos, que obliga a invertir una gran cantidad de mano de obra. En 1998 algunas familias todavía sembraban parte de sus milpas en un cerro, obligadas sobre todo por la escasez de tierras; pero en 2002 ya no queda ninguna. Los campesinos dijeron que desde que tienen un poco más de dinero (porque se lo envían sus parientes de los Estados Unidos) ya no hacen milpa en los cerritos. En palabras de Don Victoriano: «El año pasado, como no estaban aquí sus hijos, un señor pagó para que le hicieran su milpa en un cerrito. Al sacar la cuenta, vieron que cosecharon menos maíz de lo que pagaron. No les conviene».
Sin embargo, al evaluar la gran diversidad de tipos de milpa que encontramos en Xohuayán, notamos importantes diferencias en cuanto a su rentabilidad. En los cuadros presentamos los datos de costos y beneficios por hectárea (ver: Cuadro 4), según el trabajo realizado por Moya (1998) y por el equipo encargado de este proyecto (2002).
Tipo de milpa | Costo por hectárea |
% de costos en mano de obra |
Indice B/C |
---|---|---|---|
Labranza mínima | US$ 8.544 | 76% | 2,15 |
Arado | US$ 5.128 | 42% | 0,76 |
Milpa chacbén | US$ 3.716 | 98% | 1,93 |
Milpa «cañada» | US$ 2.836 | 87% | 1,79 |
Cuadro 4. Costos de producción en distintos tipos de milpa |
Xohuayán, milpa con frijol mucuna como cobertura / Foto: T. Gianella
A simple vista la milpa «labranza mínima» es más rentable que los otros tipos de milpa. Esto se explica por sus altos rendimientos de maíz y leguminosas; pero al preguntar a los campesinos por qué no dejaban los otros tipos de milpa y dedicaban su tiempo sólo a hacer «labranza mínima», dieron dos importantes razones: exceso de trabajo y riesgo. Este tipo de milpa requiere una gran inversión de mano de obra por superficie (entre 3 y 4 veces mayor que en las otras opciones) y, de acuerdo con los campesinos, sólo les alcanza el tiempo para sembrar un cuarto de hectárea con «labranza mínima». Por otro lado, sembrando otros tipos de milpa en otras zonas de Xohuayán tendrían menos riesgo de perder la cosecha en caso de sequías, ya que las lluvias no caen en forma homogénea en todo el territorio. La lógica que impera en el manejo del sistema agrícola en Xohuayán no es exclusivamente la de mercado. Los campesinos ponderan también otros objetivos.
También, podemos observar que la milpa chacbén, la más tradicional, es más rentable que la versión de la milpa «arado», la más «modernizada» de todas. Aunque los rendimientos de maíz en la milpa mecanizada son más altos (2-3,7 t/ha) que en la milpa tradicional (1,25-3 t/ha), la diferencia está en los subproductos que se obtienen de esta última. Sucede que en la milpa chacbén se intercalan hasta ocho cultivos con el maíz, mientras que en la milpa «arado» solo se siembran dos o tres. Uno de estos cultivos es el xmejen iib, un tipo de frijol endémico muy aceptado en el mercado regional; los campesinos entrevistados reconocieron que con las primeras cosechas del íib financian el resto de su trabajo para terminar la milpa.
El mismo cuadro (Cuadro 4), así como la figura 1, muestran el segundo criterio de eficiencia financiera: la baja inversión monetaria inicial y anual de cada tipo de milpa. El razonamiento económico es de nuevo distinto al de una unidad de producción capitalista. Varios campesinos dijeron preferir una milpa que requiera poca inversión, aunque su rentabilidad final sea menor a otra. Esto explica, entre otras razones, por qué 13 de los 17 agricultores entrevistados no hacen la milpa «arado», que requiere una mayor inversión inicial y anual en efectivo (58%). Esta es otra de las ventajas a los ojos de los campesinos de la milpa tradicional (chacbén y cañada), pues la mayor parte de la inversión inicial y anual es en mano de obra (98% y 87%, respectivamente). Aunque este criterio está perdiendo importancia relativa, a medida que hay más emigrantes de Xohuayán en los Estados Unidos que envían remesas de dinero para invertir en la agricultura, todavía permanece como uno de los más importantes a la hora de decidir por cuál tipo de milpa se inclinará cada familia.
Otro criterio es el llamado costo de oportunidad de la mano de obra (Figura 2). ¿Contra qué otras actividades «compite» la milpa a la hora que la familia campesina asigna la mano de obra? En muchos casos se trata de la contratación de los hombres jóvenes en los ranchos de la región o en el sector de la construcción, en Mérida. En estos casos, el costo de oportunidad es igual al salario que ganaría el campesino al ir a trabajar a un rancho o a la ciudad, y equivale a 40 y 70 dólares, respectivamente. Sin embargo, el panorama ha comenzado a cambiar y ahora una tercera parte de los campesinos jóvenes han emigrado a los Estados Unidos; por lo tanto, la contratación de su fuerza de trabajo en dólares es también una alternativa real, y entonces el costo de oportunidad sería de 560 dólares. Con este último cálculo, podemos explicar por qué, a pesar de los grandes problemas que implica la emigración a los Estados Unidos desde un estado sureño como Yucatán, muchos campesinos deciden irse.
Sin embargo, según los entrevistados, solamente la tercera parte de los emigrantes se va por necesidad económica. La gran mayoría son jóvenes solteros, sin compromisos financieros pero con grandes expectativas de mayores ingresos, que dejan la comunidad antes incluso de comenzar a hacer milpa. Según los familiares de estos jóvenes, casi todos viajaron buscando «nuevas vivencias y una vida más fácil, más que por carencias económicas», aunque seguramente la búsqueda de prestigio y el ahorrar antes de casarse son factores que también influyen. Esta interesante diferencia no cambia el resultado final, ya que la agricultura en su versión de la milpa (cualquiera que sea su tipo) no está siendo suficientemente competitiva para los jóvenes agricultores de Xohuayán. Esto puede amenazar su sustentabilidad en el largo plazo.
El equipo se preguntó si los cambios recientes, además de competir contra la milpa tradicional por la mano de obra, estarían ahondando las diferencias sociales. Varios estudios participativos sobre estratificación nos muestran que a los ojos de las personas entrevistadas, existen cuatro grandes grupos socioeconómicos: muy pobre, pobre, intermedio y alto. Para la gente local, hay cinco grandes indicadores de la posición socioeconómica: tipo de casa, abundancia de maíz, ventas de hortalizas (sobretodo chile), vehículo de carga y animales en el traspatio. En los extremos, encontramos por un lado a familias de viudas o ancianos abandonados, que pueden pasar varios días sin conseguir qué comer, viviendo prácticamente de la caridad, y por el otro a familias acomodadas que poseen camionetas, una o más parcelas de hortalizas, casas de materiales no perecederos y/o una tienda. Nos llama la atención que las personas, que participaron durante el año 2000 en estas discusiones, consignaban solo dos formas de movilización social, sobre todo para subir de un estrato al adyacente superior: buena cosecha de hortalizas en sus milpas (especialmente venta de chile en un año de buenos precios) y el envío de dinero de parte de los emigrantes en los Estados Unidos.
Mayor atención nos merece la introducción en 2001 del riego para algunos tipos de milpa («labranza mínima») en el terreno de La Unidad, una superficie de tierra colectiva a la que solo tienen derecho 104 de los más de 350 campesinos de Xohuayán. Durante la presente evaluación observamos que la rentabilidad de la tierra de estos campesinos ha comenzado a elevarse, sobre todo por la siembra continua de hortalizas y frutales. Sin embargo, la diferenciación social producida por el riego es limitada, ya que los 106 socios sólo cuentan con 2.400 m2 de terreno irrigado por persona, de manera que siguen sembrando en otros terrenos otros tipos de milpa. Su impacto solamente puede verse en el mediano plazo y es probable que en el camino se logre que otros grupos de la comunidad establezcan sistemas de riego equivalentes (lo cual es difícil y caro, pues la profundidad del manto freático es de 120 metros).
En cuanto al impacto de la emigración en la diferenciación social, se ha observado que los emigrantes envían quincenalmente remesas de dinero a sus familiares, dejando la administración a su padre o hermano (rara vez a sus esposas). El dinero se destina, en primera instancia, a la construcción de una casa de material no perecedero. Una vez que cuentan con una casa, el dinero de los emigrantes se usa para invertir en agricultura; hacer una milpa a nombre de un emigrante no solo garantiza a su familia contar con alimentación asegurada durante el año, sino que también da trabajo a los parientes cercanos. Las nuevas casas y las milpas sembradas por campesinos asalariados tampoco provocan una gran diferenciación cultural. Estas casas son, por fuera, llamativas y siguen un prototipo urbano, pero por dentro nos recuerdan la distribución de la casa tradicional maya; no hay habitaciones dedicadas a funciones específicas (cualquier habitación puede ser dormitorio, comedor o sala), mientras que la cocina y el inodoro están fuera del edificio principal. Finalmente, cada vez es más extendido el fenómeno de tener un pariente cercano en los Estados Unidos, de manera que los beneficios le van llegando prácticamente a todas las familias.
Desde otra perspectiva, la del nivel de bienestar social, sí hemos podido ver como en los últimos ocho años se han dado mejorías. En 1995, Xohuayán estaba considerada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) como en situación de muy alta marginación, mientras que el sector salud (Programa de Educación, Salud y Alimentación, PROGRESA) la catalogaba en 1998 en el quinto nivel de marginación (el más alto del país), basada en indicadores como: vivienda con piso de tierra, falta de baños, falta de drenaje, desnutrición, bajo nivel de ingresos monetarios, carencia de servicios de salud, falta de agua potable, etc. En un diagnóstico participativo realizado en 1997-98, se determinó que varias de las causas de la marginación estaban asociadas a la inserción desventajosa en el mercado regional (compran insumos caros y venden productos baratos), y a la falta de inversión familiar y pública en infraestructura productiva: sistemas de riego, bodegas, camiones para transportar productos, etc. (Rosales y Moya, 1999). En el 2002, el PROGRESA ha catalogado a Xohuayán en el cuarto nivel de marginación, por tres razones: los niveles de desnutrición han disminuido, se elevó la proporción de viviendas con piso de cemento y baño, y se elevaron perceptiblemente los ingresos familiares. Tanto la migración a los Estados Unidos, como el acceso de la tercera parte de las familias al sistema de riego han contribuido a estos cambios. También es relevante el que ya cuenten con una clínica de salud.
El sistema agrícola, sin embargo, ha permitido a Xohuayán disfrutar de mejores condiciones que otras comunidades mayas de la Península. Encontramos dos importantes indicadores que así lo sugieren: disponibilidad de maíz todo el año, y venta generalizada de hortalizas comerciales. Esto lo pudimos observar directamente de 1996 a 2001, pero también ha sido descrito por los pobladores al relatarnos la historia de la comunidad: solamente en dos ocasiones durante el siglo XX sufrieron por la falta del maíz.
Por otro lado, todos los campesinos entrevistados tienen una o más parcelas en las que siembran hortalizas de alto rendimiento (principalmente chile habanero y tomate), las cuales venden en el cercano mercado de Oxkutzkab. Estas son, sin duda, las mayores fortalezas económicas del sistema agrícola: reducción del riesgo de pérdida de la cosecha y generación de ingresos monetarios vía la producción de hortalizas de alto valor comercial, al menos ocasionalmente cuando consiguen precios de oportunidad en el mercado.
Conclusiones
El sistema agrícola de Xohuayán tiene interesantes elementos que lo hacen altamente sustentable. En el aspecto ambiental, la eficiencia del sistema
–energéticamente hablando– es alta. Las prácticas locales han reducido las pérdidas energéticas de la tumba anual de selva y la quema agrícola a menos de la mitad en cuatro años, y han ayudado también a reducir la inversión de mano de obra en el control de malezas. Los rendimientos de las diferentes variantes de la milpa son más altos que el promedio en el estado de Yucatán, lo cual solamente se puede explicar por el manejo hecho por los campesinos locales de los distintos microambientes, sus insumos y sus prácticas agrícolas.
La estabilidad del sistema fue medida en base al mantenimiento de los niveles de fertilidad del suelo y a la vulnerabilidad que presenta el sistema frente a influencias externas. Si bien encontramos prácticas bastante efectivas de manejo de suelos en tres de las variantes de la milpa, este problema no ha sido todavía resuelto para el caso de las variantes más tradicionales (en las cuales, las quemas anuales agotan los nutrientes en sólo tres años). El ataque de plagas y enfermedades, así como las sequías, afectan fuertemente al sistema; esto a pesar de que encontramos conocimientos y prácticas que limitan los daños.
Finalmente, la milpa está bastante bien integrada al entorno, y sus variantes más modernas tienen un impacto aún menor en el medio ambiente que las rodea. El índice de superficie agrícola versus la forestal es cada año menor, ya que las nuevas formas de la milpa son más intensivas. Los intercambios de este sistema con otros, como el solar, son vastos y ayudan a que ambos sean intrínsecamente más eficientes.
La dimensión sociocultural del sistema agrícola está fuertemente relacionada con los aspectos agrarios, la cosmovisión como grupo indígena y las prácticas locales de organización social. En gran parte el éxito del sistema agrícola de la milpa, se debe a que los habitantes de Xohuayán conservan un fuerte nivel de autonomía política y la capacidad de auto-organización y, a la vez, ello redunda en su posibilidad de controlar el sistema productivo.
Los valores sociales más importantes se reproducen en las prácticas agrícolas de la milpa: el uso común de la tierra, la igualdad social («parejura» entre los mayas), el ser trabajador (me’himaac), la reciprocidad, el respeto a las tradiciones y el compartir como contrapeso a la acumulación individualista. Todos estos valores y otros permiten que el sistema agrícola fortalezca y reafirme la identidad individual (como varones o mujeres trabajadoras), y sobre todo la identidad colectiva como habitantes de Xohuayán (janal-iib) y como miembros del pueblo maya (macewal).
El análisis de los atributos económicos de eficiencia y bienestar arrojó también constancia de la sustentabilidad del sistema milpero. En lo que respecta a la rentabilidad, los análisis practicados permitieron ver que todos los tipos de milpa fueron moldeados a lo largo de muchos años hasta llegar a ser rentables. Esto no implica que para los mayas la rentabilidad sea el criterio principal de decisión a la hora de planificar el uso de su suelo agrícola.
La necesidad de inversión monetaria inicial y anual es un criterio de eficiencia financiera muy importante para los campesinos de Xohuayán. En este sentido, los dos tipos tradicionales de milpa superan a la milpa modificada, ya que sus requerimientos de inversión monetaria son sensiblemente más bajos, aunque los beneficios al final (por ejemplo, producción de maíz) sean también menores. Otro criterio que ha comenzado a cobrar importancia en los últimos cinco años es la inversión de mano de obra. Con la emigración a Estados Unidos de casi la tercera parte de los varones, la mano de obra en las familias de Xohuayán comienza a escasear y su costo de oportunidad ha subido. Sin duda, esto comenzará a cuestionar fuertemente la sustentabilidad del sistema en los siguientes años. La reciente introducción del riego (2001-2002) podrá elevar la rentabilidad de la milpa para cerca de 60 familias, pero esto no ha podido ser evaluado aún.
Tanto en lo sociocultural como en lo económico, el sistema agrícola en Xohuayán está fuertemente ligado al bienestar y a la calidad de vida de sus pobladores.
El sistema agrícola milpero se ha ido adaptando a los cambios en su contexto sociocultural (emigración y nuevas expectativas), económico (políticas públicas agrícolas y apertura comercial), y ambientales (mayor incidencia de plagas y lluvias erráticas), a través de una acción colectiva dirigida por los agricultores. En el caso de Xohuayán esta acción ha sido totalmente abierta y consciente. Esta nueva heterogeneidad es el punto de partida para que el sistema pueda seguir adaptándose en el futuro a cambios inesperados y denota el gran potencial de desarrollo endógeno que tiene este sistema.
Finalmente, identificamos nuevos retos para la milpa maya de Xohuayán:
a) La ola de emigración al norte que podría afectar al sistema milpero hasta un grado todavía no previsible. Solamente entre las temporadas 1999 y 2001 se redujo el promedio de hectáreas de milpa sembradas a la mitad (de 4,5 hectáreas a sólo 2) entre las familias que tienen uno o más miembros trabajando en los Estados Unidos.
b) El establecimiento del sistema de riego mecanizado de una parte de los campesinos de Xohuayán producirá diferencias sociales que amenazan el actual pacto de reciprocidad y equilibrio o igualdad social («parejura»).
c) La inserción en el mercado, aunque en mejores condiciones que otras comunidades mayas, sigue siendo desventajosa. Siguen estando en desventaja frente a los grandes productores privados.
d) El alargamiento de los periodos anuales de sequía también pondrá, tarde o temprano, en peligro algunas de las variantes de la milpa, especialmente las que no cuentan con riego y se siembran en suelos que tienen poca retención de agua. La milpa requiere seguir siendo construida para adaptarse a ésta y otras contingencias ambientales.
Xavier Moya García, Arturo Caamal. Bernardino Ku Ku, Eulalio Chan Xool, Iván Armendáriz, Jorge Flores, Julieta Moguel, Margarita Noh Poot, Margarita Rosales, Juan Xool Domínguez
EDUCE A. C., Mérida, Yucatán, México
Email: chochola@prodigy.net.mx
Referencias
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– Flores, J. 2000. Trabajo de campo y teoría (ejidos del sur de Yucatán). Documento en fotocopias. UACH, México.
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– Röling, N. y J. Jiggins. 1997. The ecological knowledge system. Capítulo 16 en «Adaptive Management in Times of Environmental Uncertainty». Röling, N. y M. Wagemakers editores. Cambridge Press, Reino Unido.