Aunque, contrariando previsiones fatalistas de muchos estudiosos de la cuestión agraria del pasado, en los países latinoamericanos la agricultura familiar representa un importante segmento social y económico, que actualmente vive una crisis sin precedentes. Los datos de la crisis han sido ampliamente divulgados y se continúa «echando agua al molino» de los analistas convencionales, quienes, repitiendo la cantinela secular, se han valido de estos datos como evidencia de que la agricultura familiar camina inexorablemente hacia la desaparición, porque no reúne las condiciones necesarias para competir con la empresa rural altamente tecnificada y abierta a las innovaciones en un ambiente macroeconómico que favorece la concentración de la tierra, del capital, de los conocimientos y del poder político.
Entre otras limitaciones, esos análisis se muestran extremadamente parciales, ya que no consideran el hecho de que la tan celebrada competitividad de las unidades productivas empresariales depende cada vez más de pesados subsidios públicos. Además, no toman en cuenta que para alcanzar resultados económicos crecientes de carácter privado van generando, simultáneamente, elevadas contrapartidas públicas negativas en los planes ambientales y sociales. La lógica cortoplacista que determina la adopción de decisiones estratégicas sobre los rumbos del desarrollo agrícola en los países latinoamericanos, no permite percibir la evidente no sustentabilidad del modelo basado en la empresa patronal modernizada.
A pesar de la fuerte crisis vivida, la agricultura familiar ha demostrado una notable capacidad de convivencia con entornos socio-económicos hostiles, marcados por el desprestigio ideológico y por el desamparo político. Su fuente de resistencia puede ser explicada por el hecho de que adopta una racionalidad técnica y económica que considera el largo plazo, ya que sus sistemas productivos se orientan tanto a la atención de las necesidades de la familia, como a la conservación de las potencialidades productivas del medio natural. En este sentido, la organización de los procesos productivos en las unidades familiares es realizada con una lógica que conlleva el principio de la auto-regeneración de los sistemas socio-técnicos. El equilibrio entre la producción económica y la reproducción social en los sistemas agrícolas familiares, permite que se mantengan aún en condiciones económicas adversas, ya que pueden continuar operando con bajas tasas de remuneración monetaria, siempre y cuando se conserven altas las tasas endógenas de reproducción biológica, técnica y social. Este equilibrio se rompe cuando los niveles de auto-reproducción de los sistemas bajan, llevando a las familias agricultoras a condiciones de vida insostenibles, que las fuerzan a depredar los recursos naturales y, en situaciones límites, a abandonar la actividad agrícola. Es justamente eso lo que viene ocurriendo en diferentes grados y de forma generalizada en el medio rural latinoamericano.
Uno de los principales factores de desestructuración de los mecanismos de auto-reproducción de los sistemas agrícolas familiares en los últimos 50 años ha sido la diseminación por medio de políticas públicas, de un modelo tecnológico que tiene como fundamento la químico-motomecanización (recientemente actualizado con las tecnologías de manipulación genética). Además de altamente degradador, desde el punto de vista ambiental y de la salud pública, el modelo mencionado ha provocado la ruina económica de las unidades familiares de producción, una vez que son sometidas a elevados y crecientes costos de producción y a la fuerte dependencia de insumos y conocimientos externos. Al despojar a las unidades familiares de su capacidad de mantener altos niveles de autonomía técnica, los sistemas modernizados de la Revolución Verde hacen que sean inviables los mecanismos tradicionales, responsables de la renovación de las condiciones materiales y culturales de la producción.
Superar la crisis en el mundo rural, en general, y de la agricultura familiar, en particular, supone como condición fundamental la promoción de un nuevo paradigma científico-tecnológico que al mismo tiempo garantice el obtener niveles elevados de productividad y potencie los mecanismos que, históricamente, han suministrado alta capacidad de resistencia y autonomía a los sistemas agrícolas familiares: la Agroecología (ver recuadro).
Agroecología y sustentabilidad
La diversificación productiva es uno de los principales fundamentos de la gestión técnica de la agricultura familiar que juega a favor de la sustentabilidad. Además de satisfacer diferentes necesidades económicas (entre ellas la de autoconsumo de la familia), la diversidad de producción favorece la optimización del empleo de mano de obra de la familia, del espacio y de los recursos naturales y económicos disponibles, garantizando también mayor flexibilidad en la gestión del sistema, tanto para resistir las circunstancias adversas como para potenciar las condiciones favorables (Almeida y otros, 2001).
Justamente, el enfoque agroecológico se fundamenta en la valoración de esa lógica tradicional relacionada con el uso intensivo de la biodiversidad en los sistemas productivos. Al fin y al cabo, la moderna ciencia de la agroecología tiene como fundamento la racionalidad técnica de los sistemas agrícolas tradicionales, elevándola a otro nivel en la espiral del conocimiento. Contrariamente al paradigma difundido por los paquetes tecnológicos de la Revolución Verde, que propicia la especialización productiva y la alta dependencia de insumos externos, la agroecología potencia los fundamentos estratégicos de la organización técnica y económica de los sistemas de producción de la agricultura familiar. Al valorizar la diversificación y la integración de las actividades productivas en el tiempo y el espacio, el manejo agroecológico hace que emerjan los mecanismos de auto-regulación biótica y auto-regeneración de la fertilidad en los agro-ecosistemas, minimizando la necesidad de importación de insumos externos. Al incorporar innovaciones en el manejo del agroecosistema, la agroecología introduce nuevos elementos que fortalecen el papel positivo que la lógica productiva de la agricultura familiar puede desempeñar en la implementación de estándares más sustentables de desarrollo rural.
Los estudios de caso
La exitosa evolución de numerosos programas de promoción de la agricultura sustentable en América Latina y las perspectivas de ampliación de sus escalas de abarcamiento social y geográfico, hacen necesaria la realización de estudios que permitan evaluar el impacto de las innovaciones agroecológicas en la sustentabilidad socio-ambiental y económica de la agricultura familiar. Tales sistematizaciones se muestran como elementos fundamentales para conferir mayor consistencia a los procesos sociales activos en la promoción de la agroecología, sobre todo por brindar aportes concretos para una inserción más calificada de sus agentes en los debates sobre políticas públicas para el desarrollo rural. Al mismo tiempo, como instrumentos auxiliares en los procesos de diagnóstico de la realidad para la elaboración de proyectos, pueden ejercer un papel relevante en el ámbito local al subsidiar las dinámicas participativas dirigidas a la conversión ecológica de los agroecosistemas.
Para cumplir estas funciones, los estudios deben ser pautados con bases epistemológicas y metodológicas que permitan la superación de las limitaciones existentes en los métodos convencionales, basados en el enfoque productivista. Para ello, deben considerar que el objetivo de la agricultura sustentable es promover soluciones triplemente exitosas, o sea, que incorporen la idea de una dinámica de permanente sinergia entre eficiencia ecológica, eficiencia económica y eficiencia socio-cultural.
Reunidas alrededor de un proyecto común apoyado por la Fundación ILEIA, siete organizaciones que actúan en cuatro países de América Latina se propusieron, cada una de ellas en su respectiva zonas de acción, realizar estudios de casos orientados a evaluar el grado de sustentabilidad de los agroecosistemas familiares en procesos de conversión agroecológica. Con carácter experimental, estos estudios tuvieron como objetivo la verificación y el intercambio de metodologías de monitoreo de impacto que permitieran operacionalizar, en la práctica, el concepto de sustentabilidad.
Un conjunto de elementos conceptuales y metodológicos propuestos por la Metodología de Evaluación de Sistemas de Manejo incorporando Indicadores de Sustentabilidad – MESMIS (Masera y otros, 2000) ha servido como referencia común a los estudios (ver: introducción p. 5). Con muy distintos grados de aproximación a esta metodología, el conjunto de estudios refleja las diferentes formas en que el concepto de sustentabilidad viene orientando las reflexiones y las prácticas de los diferentes grupos comprometidos con la transición de los sistemas campesinos a la agroecología. Los estudios (cuyas síntesis se publican en esta revista), reflejan esa rica diversidad y las diferentes formas de aprehensión del MESMIS, como forma innovadora de evaluación de la sustentabilidad. Tres aspectos de este conjunto pueden ser resaltados: la sustentabilidad como valor relativo, la adopción del enfoque sistémico, la participación activa de los actores locales en los estudios.
Comparatividad
Para los estudios de evaluación de la sustentabilidad en la agricultura se presenta un reto lógico: si la integración de las dimensiones económica, sociocultural y ecológica sólo se da en el ámbito particular, y con referencia a contextos socio-ambientales específicos, ¿cuáles son los parámetros que deben emplearse al juzgar el grado de sustentabilidad de un sistema de producción?
Para afrontar este tipo de retos, los estudios han adoptado como parámetros de referencia, los datos sistematizados en sistemas económico, socio-cultural y ambientalmente comparables a los existentes en las propias regiones, pero que no han incorporado las innovaciones agroecológicas. Algunos de estos estudios han optado por efectuar comparaciones longitudinales (el mismo sistema en diferentes momentos del proceso de conversión) y otros han realizado comparaciones transversales (sistemas en diferentes niveles de conversión agroecológica monitoreados simultáneamente). Esta opción metodológica tiene como fundamento el entendimiento de que la sustentabilidad es un valor relativo definido en los términos de: «ese sistema (o subsistema) es más sustentable, o menos, que aquel sistema». Además de suministrar una base de comparación tangible, este procedimiento metodológico tiene un fuerte valor educativo al proporcionar datos concretos extraídos de los sistemas manejados por los agentes locales a los procesos sociales de promoción de la agroecología.
Los estudios también se han diferenciado en lo que se refiere al objeto monitoreado. Mientras algunos han enfocado un subsistema de producción particular y el impacto de un conjunto limitado de innovaciones en él implementadas, otros han realizado la evaluación del conjunto de las propiedades sometidas a modificaciones significativas en la estructura y en el funcionamiento de los agroecosistemas.
El enfoque sistémico
La matriz teórica mecanicista que ha inspirado el surgimiento del modelo de desarrollo rural químico-motomecanizado de la Revolución Verde, no ofrece instrumentos de análisis que permitan aprehender el funcionamiento multidimensional de las unidades familiares de producción. Al buscar explicación sobre los modos de funcionamiento de los agroecosistemas a través de relaciones de causa y efecto lineales, sus métodos de análisis ocultan las relaciones de interdependencia no lineales existentes entre los determinantes económicos, ecológicos y socioculturales.
Para organizar el conocimiento sobre estos complejos sistemas de información, los estudios han sido realizados en base a la aplicación del enfoque sistémico. El empleo del método de modelización de los sistemas se ha presentado como una etapa fundamental para la construcción de bases de referencia, consensualmente aceptadas por técnicos y agricultores comprometidos en los ejercicios. Los modelos permiten el manejo de la complejidad inherente a los sistemas porque la simplifican, haciendo que se pase de un conjunto de informaciones generales y poco jerarquizadas, a otro en el cual las informaciones son condensadas y ordenadas. La organización de las informaciones sobre la estructura y el funcionamiento de los agroecosistemas en modelos, permite el establecimiento de cuadros lógicos de indicadores de sustentabilidad que orientan el proceso de adquisición de datos en los estudios.
La definición de estos indicadores ha tenido como referencia un conjunto de atributos sistémicos propuestos por G. Conway y posteriormente desarrollados por MESMIS (Masera y otros, 2000). Los atributos sistémicos suministran una excelente base conceptual para el desarrollo de indicadores de sustentabilidad que pueden ser interrelacionados entre sí, permitiendo la aprehensión de las relaciones complejas comprendidas en el funcionamiento de los agroecosistemas.
De esta forma, al incorporar los atributos de sustentabilidad como referencia comparativa entre sistemas, los estudios han sobrepasado los límites de la unidimensionalidad de los análisis convencionales. Refiriéndose a los sistemas productivos como un todo integrado, los atributos permiten relacionar sus dimensiones económicas, socioculturales y ambientales, como también permiten orientar el enfoque analítico según cada una de esas dimensiones, sin perder el carácter sistémico del análisis. Con esta característica, los atributos cumplen un papel importante como instrumentos de «vigilancia cognitiva», por propiciar de forma permanente la integración de las informaciones particulares en un todo coherente (Almeida, 2001). Además, favorecen al diálogo intercultural con las comunidades participantes en los monitoreos, ya que reflejan la forma por naturaleza integradora con la cual los agricultores perciben y manejan sus sistemas.
El empleo de los procesos de creación de modelos de los agroecosistemas y de los atributos sistémicos de sustentabilidad en todos los estudios, no ha significado una estandarización esterilizadora de las metodologías adoptadas por las entidades participantes en el proyecto. En efecto, los diversos procedimientos de conducción de los estudios y las varias maneras como sus resultados han sido formalizados, han demostrado la posibilidad del empleo de un método lógicamente riguroso sin que para ello se haya tornado metodológicamente rígido y, como consecuencia, intelectualmente pasivo.
Participación
Los agricultores y las agricultoras poseen sus propios métodos intuitivos de monitoreo del desempeño de sus sistemas de producción. Basándose en estos procedimientos no formalizados de evaluación, ellos toman decisiones estratégicas para el manejo de sus sistemas de producción, de los cuales depende su sobrevivencia.
Los estudios realizados se muestran como puentes para el establecimiento de diálogos fecundos entre los conocimientos y la percepción de los técnicos y de los agricultores. Al mismo tiempo que proporciona una base común de interpretación de la realidad, el fundamento metodológico adoptado en los estudios permite la integración de los métodos intuitivos / integradores de los agricultores con los métodos racionales / analíticos de los técnicos.
Esta complementariedad entre los modos de adquisición de conocimiento sobre el manejo de los agroecosistemas permite la construcción de un proceso social de gestión de conocimientos que señala una nueva forma de organización de los procesos de investigación científica. Hoy, con la emergencia de la ciencia de la agroecología, los investigadores disponen de conceptos y métodos que permiten que sus conocimientos académicos sean colocados al servicio del fortalecimiento de los procesos sociales de innovación que, históricamente, proveen altos grados de adaptabilidad y de sustentabilidad a la agricultura familiar.
Al favorecer la superación de la concepción de corto plazo que viene siendo difundida entre las familias de agricultores a través de la masificación de la ideología productivista de la revolución verde, los estudios sobre sustentabilidad han ayudado a las familias a planificar sus sistemas productivos, de forma de combinar el objetivo de alcanzar niveles adecuados de renta con los de garantizar la estabilidad y autonomía productiva. Del punto de vista colectivo, los estudios han proporcionado aportes para la acción política de las organizaciones de la agricultura familiar a favor de la agroecología, con argumentos técnicos y económicos concretos, extraídos de la realidad local. Entre otros factores, ponen en evidencia los servicios ambientales, sociales y económicos prestados a la sociedad por la agricultura familiar ecológica.
Conclusión
Si el objetivo de nuestras sociedades es el de eliminar la enorme deuda social existente con millones de familias rurales indigentes y pobres, haciéndolas partícipes de los procesos de generación de riquezas, los mecanismos de auto-regeneración social, técnica y ambiental que se encuentran presentes en la lógica de la organización económica de la agricultura familiar deberían ser valorizados para inyectar un nuevo dinamismo a las economías nacionales, que propicie el abandono de aquellas prácticas agrícolas que conducen a la explotación depredadora de los recursos naturales. Solamente así es posible eliminar la paradoja que se vive en el mundo rural latinoamericano, en el cual un extraordinario potencial de recursos naturales y capacidades humanas convive con un ambiente de miseria y exclusión social. En este sentido, en vez de continuar abandonada a su propia suerte, la agricultura familiar debería ser promovida públicamente como «viga maestra» de estilos de desarrollo rural económicamente viables, socialmente justos y ecológicamente saludables. Para ello, los programas dirigidos a promover la sustentabilidad deberían contar con políticas de defensa de la agricultura familiar que valoricen simultáneamente sus formas de organización técnico-productivas, sus procedimientos de gestión equilibrada del medio natural y sus valores sociales.
La implementación generalizada de estas políticas no se dará sin que las fuerzas sociales activas, comprometidas en la promoción de la agricultura sustentable cobren mayor peso político. De ahí la importancia de la creciente expresión pública de las experiencias de transición agroecológica en curso en América Latina. La demostración de los impactos positivos de estas experiencias sobre la sustentabilidad se muestra como un elemento fundamental en este proceso de construcción socio-política. Es en este sentido que los estudios de monitoreo de la sustentabilidad adquieren especial relevancia, ya que ellos no sólo comprueban con datos concretos los impactos positivos, sino que también movilizan a los actores sociales comprometidos en los procesos de transición agroecológica para que se expresen públicamente en defensa de los estándares sostenibles de desarrollo rural.
Paulo Petersen
AS-PTA, Assessoria e Serviços a Projetos em Agricultura Alternativa, Río de Janeiro, Brasil
Email: paulo@aspta.org.br
Referencias
– Almeida, S. G., P. Petersen y A. Cordeiro. 2001. Crise socioambiental e conversão ecológica da agricultura brasileira; subsídios à formulação de diretrizes ambientais para o desenvolvimento agrícola. AS-PTA, Rio de Janeiro.
– Almeida, S. G. 2001. Monitoramento de impactos econômicos de práticas agroecológicas; Termo de Referencia. AS-PTA, Rio de Janeiro.
– Masera, O., M. Astier y S. López-Ridaura. 2000. Sustentabilidad y manejo de recursos naturales; el marco de evaluación MESMIS. GIRA, México.
– Petersen, P. y L. Silveira. 2001. Construção do conhecimento agroecológico; reflexões a partir da experiencia da AS-PTA no Agreste da Paraíba. AS-PTA, Rio de Janeiro.
– Chayanov, A. V. 1981. Sobre a teoria dos sistemas econômicos não capitalistas. En: Graziano Da Silva, J.; Stolke, V. (Orgs). A questão agrária. Brasiliense, São Paulo.