Ruptura del círculo vicioso: anteriormente eran unos desposeídos agricultores de tala y quema, y ahora, Gregorio Riques y su familia se han convertido en exitosos agroforestales en la cuenca amazónica, y tienen un brillante futuro por delante.
En el mundo en desarrollo, los medios de vida de más de un billón de personas dependen de la producción de fincas de menos de dos hectáreas de tamaño. Cuando solamente se producen cultivos anuales, el resultado común es la degradación de la tierra. En el proceso, se diezman los bosques naturales extrayendo leña y madera, o se queman para hacer sitio para más cultivos. Las consecuencias típicas son agotamiento del suelo, extinción de las especies, pobreza y hambre. La respuesta es proporcionar a los agricultores algunas opciones. Esta es la meta del programa Alternativas a la Agricultura de Tala y Quema.
Gregorio Riques y su esposa, Julia Flores, viajaron en el Perú por un camino muy transitado desde las alturas de los Andes hasta las húmedas tierras bajas de la cuenca amazónica. Y, como muchos antes que ellos, pagaron un alto precio por el viaje.
En 1992, la pareja se trasladó desde las montañas que se encuentran al este de Lima a la poco poblada región de Ucayali. Rápidamente se encontraron luchando, al borde de la inanición. Limpiaron la tierra, la quemaron completamente, sembraron productos y vieron, impotentes, cómo las lluvias torrenciales lavaban el suelo y se llevaban su capa superficial. Cada invierno, cortaban más bosques y aprendieron de la manera más dura que un suelo estéril, ácido, sólo podía soportar, en el mejor de los casos, dos años de cosechas continuas.
Cuando dejaron las montañas por primera vez, Gregorio y Julia pensaban que la selva era una tierra de oportunidades para la gente que quería trabajar. Pronto se dieron cuenta que sólo mucho trabajo y más cantidad de tierras agrícolas no eran suficientes para asegurar la supervivencia en uno de los ambientes más desafiantes del mundo. Con pocos alimentos o dinero para sustentarlos, perdieron dos hijos – un niño de 13 años, que sucumbió a los gusanos, y una niña de ocho meses que murió de fiebres. Ambas muertes, según el Sr. Riques, fueran causadas no tanto por las enfermedades sino por falta de dinero para medicinas.
Las circunstancias los forzaron a sembrar coca y venderla a acopiadores ilegales quienes la transformarían en base para cocaína. Cuando el precio bajó, intentaron trabajar en plantaciones. Los rendimientos eran bajos y los precios aún más, y sintieron gran alivio cuando el Ministerio de Agricultura del Perú les ofreció dinero para plantar árboles madereros. Sin embargo, el programa terminó en 1998 y se vieron forzados a obtener magros rendimientos de arroz, maíz, yuca y frijol. Pero, en los últimos meses, la pareja se siente nuevamente con ganas de revivir la esperanza que los llevó a la selva por primera vez.
La odisea de los Riques ha sido repetida por innumerables familias en toda la amazonía peruana. Típicamente, los agricultores limpian una o dos hectáreas, las trabajan durante dos años, y luego, cuando los rendimientos bajan dramáticamente, limpian más tierras. Generalmente, los descansos duran cuatro o cinco años – mucho menos que los 20 años requeridos para que el suelo recupere su fertilidad. En cada siembra sucesiva, los rendimientos son más bajos y se tiene que limpiar más tierra. Es un círculo vicioso con desastrosas consecuencias.
Víctor Flores, un agricultor científico
Siempre aprendiendo: Víctor Flores ha desarrollado una próspera finca de agroforestería en Ucayali, que atrae visitantes de todo el mundo / Fotografía: J. Miller
Cuando recién llegó a Ucayali, hace 20 años, Víctor Flores no sabía nada de agricultura. «Yo había trabajado en la ciudad», recuerda riendo «No sabía cómo plantar, cómo pescar, no sabía hacer nada».
Hoy, sus conocimientos son enciclopédicos y su finca de 19 hectáreas es una vitrina de exhibición para los visitantes de todo el mundo. El Sr. Flores cree firmemente en la educación. Dejó el colegio después del tercer grado, pero se aseguró que sus ocho hijos acabaran la escuela secundaria. Algunos han estudiado en la universidad. Trabajando con los investigadores de ICRAF, el Sr. Flores ha transformado su finca en un laboratorio viviente para tecnologías de agricultura sostenible. Los experimentos tocan temas que van desde técnicas de tala y mulch hasta combinaciones de árboles leguminosos en diferentes estratos. Está encantado con la colaboración.
«Todo lo que hacemos aquí es el resultado de conversaciones y acuerdos entre nosotros y los científicos», dice. «Los resultados de los experimentos van a beneficiar a las dos partes». El Sr. Flores quiere marcar los miles de árboles en su finca e incluir los nombres de los investigadores que lo ayudaron a comprender su valor. Y, dice que cuando se retire de las actividades agrícolas, quiere convertir sus tierras en un «parque agroforestal».
«Nosotros los agricultores, tenemos que tomar interés en la investigación», afirma. «A veces, los hermanos agricultores dicen ‘¿Qué tiene esto que ver conmigo?’ Pero, es necesario que presten atención. Tenemos muchos que aprender».
Los bosques de la Amazonía peruana están desapareciendo a una tasa de 270 000 hectáreas por año, aproximadamente 0,4% del área total. Y, la principal causa de esta pérdida es la agricultura de tala y quema.
Por eso, los esfuerzos de ICRAF en la Amazonía occidental se dirigen a desarrollar y a promover sistemas sostenibles de uso de tierras para pequeños agricultores como los Riques. Los investigadores creen que al plantar una mezcla de árboles y cultivos anuales, los agricultores podrán mantenerse con mucho menos tierra de la que actualmente requieren, y en el proceso, mejorarían sus ingresos.
Este enfoque es consistente con las prioridades de los Centros de Futuras Cosechas de la iniciativa global de CGIAR que se llama Alternativas a la Tala y Quema (con las siglas ASB, en inglés), en la cual ICRAF tiene un papel preponderante. «Por cierto», dice el coordinador de ICRAF para Latinoamérica, el Dr. Rubén Guevara, «el uno por ciento de lo que hacemos en la región cae dentro del programa Alternativas a la Tala y Quema».
Después de una experiencia de varios años en investigación básica, los científicos de ICRAF se centran ahora en hacer que sus hallazgos lleguen hasta los agricultores. Y, hacen esto en cooperación con una amplia gama de instituciones. En el área de Ucayali, están asociados el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA), el gobierno regional, el consejo regional de desarrollo, (CODESU), varias asociaciones de agricultores, el Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA), la Universidad Nacional Agraria La Molina (Lima), la Universidad Nacional de Ucayali, la Agencia Norteamericana para el Desarrollo Internacional (USAID) y Winrock International. Juntos, están comenzando a cambiar el aspecto de la agricultura en un lugar donde la pobreza y la degradación ambiental han alcanzado proporciones de crisis.
«La clave de la agricultura sostenible en la Amazonía es la diversidad», explica el Dr. Julio Alegre, un científico de suelos de ICRAF en Pucallpa, quien durante muchos años ha estudiado la fertilidad del suelo, la erosión y la dinámica del carbón en la región. «Con frecuencia, la gente busca una única solución – cacao, café, árboles frutales- pero los monocultivos no funcionan en este entorno. Los suelos son demasiado pobres para eso».
Actualmente, ICRAF, junto con sus socios, está probando varios prototipos de combinaciones de especies en las fincas de Ucayali. Típicamente, las especies componentes tienen múltiples funciones. Algunas fijan nitrógeno, otras controlan la erosión, o dan sombra, y aún otras sirven para producir abono verde. Todas dan al agricultor productos para consumir o para vender.
Nelson Espinosa, cuya finca está a sólo unos cuantos kilómetros de la de los Riques, está trabajando con ICRAF para probar varias combinaciones de cacao, Inga edulis (para obtener frutas, hojarasca (mulch) y sombra), Bactris gasipaes o palma durazno (para frutos y palmito), Swietenia macrophylla (caoba de alto valor), Calycophyllum spruceanum (que proporciona carbón y madera para construcción) y Croton lechleri (un árbol con varios usos medicinales). Éstas y otras combinaciones están siendo ensayadas en diferentes perfiles climáticos y de suelos.
Recientemente, Avelina Cano comenzó a plantar en sus tierras una variedad de árboles que proporcionan madera y frutos, para complementar los cultivos de maíz, arroz y algodón que ha cultivado durante los últimos 11 años. También ha plantado el pasto Vetiveria zizanioides, de usos múltiples, para controlar la erosión en las laderas más empinadas. Los investigadores de ICRAF están trabajando con ella para buscar maneras de mejorar la fertilidad del suelo. «Me gusta la idea de plantar árboles», dice ella. «No son como otros cultivos. Se quedan para siempre».
Los pueblos indígenas del Amazonas han sabido desde hace siglos, cómo aprovechar mejor los recursos de la selva. Sin embargo, hoy son solamente una pequeña minoría entre los agricultores de la región. Es solamente en los últimos tiempos en que sus vecinos colonos están aprendiendo a vivir en paz con el bosque.
«Antes, teníamos que trabajar todos los días, sólo para permanecer vivos», declara el Sr. Riques mientras enseña a los visitantes, con evidente orgullo, sus recién plantados árboles de durazno de palma en su geográficamente accidentada finca de 9,5 hectáreas. «Talábamos y quemábamos porque no sabíamos que había otras prácticas», añade, mirando su plantación. «Ahora, miro a estos árboles y me lleno de esperanzas. Los veo hermosos. Merecen nuestro cuidado y amor. Ahora estamos trabajando para asegurarnos un futuro».
Los investigadores de ICRAF y sus socios para el desarrollo están trabajando para que se repita este aparente final feliz. Los beneficiarios de estos esfuerzos no solamente serán los agricultores inmigrantes que están luchando, sino también la selva, que ha recibido tantos abusos.
Referencias
Este artículo ha sido publicado originalmente en inglés en «Trees of Change» (Árboles del Cambio ICRAF-2000) y su publicación ha sido autorizada por el Dr. Julio Alegre (ICRAF-Perú) quien es también nuestro editor invitado en el presente LEISA 16-3