Declaración final Encuentro OAF Paraguay
DECLARACIÓN FINAL
Encuentro de Organizaciones de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena.
LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DESDE LOS TERRITORIOS
El Encuentro de organizaciones de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena, realizado los días 21 y
22 de octubre de 2024 en la ciudad de San Lorenzo, Paraguay, reunió a 62 representantes de
Organizaciones de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena de Argentina, Brasil y Paraguay, de
Instituciones vinculadas al Programa Mercosur Social y Solidario y al Movimiento Agroecológico de América
Latina y el Caribe (Maela) de los tres países, así como invitados del TACSA- Transición hacia una
Agroecología Campesina para la Soberanía Alimentaria en la Región Andina (Bolivia, Perú y Colombia),
en el marco del X Congreso Latinoamericano de Agroecología, del 23 al 25 del mismo mes y año, con el
objetivo de reflexionar sobre el contexto de nuestros países y de la región, compartir experiencias de
producción y comercialización de alimentos para identificar avances, oportunidades y desafíos en los
territorios que inspiren una agenda común desde la interculturalidad hacia la Soberanía Alimentaria y el
Buen Vivir.
Constatamos que:
– La Soberanía Alimentaria en América Latina se encuentra en una encrucijada. Vemos
experiencias de promoción de la Soberanía Alimentaria, tales como el rescate y multiplicación de
semillas nativas y criollas, la cría de animales criollos, una gran diversidad de producciones
agroecológicas, incluyendo la recolección y la pesca, varias modalidades de abastecimiento local
de alimentos y un incremento de la conciencia en la población sobre la importancia de una
alimentación saludable. Aunque con avances dispares según los países, hay nuevas legislaciones
y políticas, más espacios educativos y también más compromiso de las organizaciones de la
agricultura familiar campesina e indígena con esta temática.
– A pesar de las diferencias políticas y socioeconómicas en nuestros países, la resistencia activa y
esperanzadora al modelo capitalista, agroexportador y extractivista nos pone en el mismo lugar y
ante iguales desafíos frente a Estados inclinados a favorecer el agronegocio antes que a la
Agricultura Familiar Campesina e Indígena utilizando estrategias de expulsión directas, como
represiones, deforestación, despojo de la tierra, avance de la minería, las represas sobre el río,
así como indirectas, dejándolas sin políticas de protección o de fomento.
– Las formas de producción hegemónicas y coloniales no consideran los saberes y modos de vida
de los pueblos originarios ni el agua, la tierra o los bosques como sagrados. En cambio, explotan
la naturaleza, expropian la vida, privatizan los bienes comunes que consideran como mercancía.
Las semillas transgénicas, las leyes de semillas, los derechos de las empresas amenazan la
continuidad de las semillas en manos de los productores/as como base para enfrentar la crisis
climática y defender la soberanía alimentaria.
– Históricamente, las mujeres han sido guardianas de semillas, defensoras de la biodiversidad y
transmisoras de saberes ancestrales en sus comunidades, siendo piezas clave en la producción
de alimentos saludables y sustentables. Sin embargo, su trabajo sigue siendo invisibilizado y
desvalorado en muchos contextos. Por esto, es urgente reconocer su protagonismo y garantizar
su acceso a la tierra, a los recursos productivos y a los espacios de toma de decisiones.
Empoderar a las mujeres es clave para transformar la agricultura hacia un modelo más justo,
inclusivo y resiliente.
– No podemos aceptar los sistemas alimentarios que profundizan las desigualdades, expulsan al
pueblo de sus espacios ancestrales y de instancias de decisión que hoy están dominadas por
intereses corporativos. Sistemas que no producen verdaderos alimentos sino mercancías para las
empresas transformadoras.
– No podemos permitir conflictos de interés o interferencia del sector privado con el avance de
producción de commodities alimenticios que miran mercados externos y la industria de alimentos.
Comprometen nuestras culturas, degradan la tierra y nuestras aguas, provocan conflictos agrarios
y diseminan hambre e inseguridad alimentaria. Sumado a esto, una fase mayor en los territorios
de la instalación de narcotráfico como un esquema normalizado de poder político y económico,
provoca migraciones forzadas, desintegración las relaciones sociales, familiares y pérdida del
ideario colectivo de trabajo digno.
– La agricultura basada en monocultivos de soja y de árboles exóticos demanda cantidades
crecientes de plaguicidas y fertilizantes, lo que contamina el agua, el aire, los suelos y a todos los
seres vivos. La salud es una sola, y debemos recrear agroecosistemas sustentables y resilientes.
– Nos interpela la crisis climática causada por el sistema productivo vigente, basado en la utilización
de plaguicidas, fertilizantes y exceso de combustibles, que agrava la pérdida de la biodiversidad
y la propia soberanía alimentaria. Esto nos plantea la necesidad de reflexionar sobre qué camino
tomar. La agroecología, desde sus estrategias, prácticas y tecnologías, posibilita la mitigación y
adaptación critica a la crisis climática.
– Aunque valorado e importante, el papel de las juventudes ha ido perdiendo fuerza en la agricultura
familiar campesina e indígena, empujadas a salir de sus comunidades debido a la fragilidad de
las economías y la ausencia de oportunidades y acceso a la tierra. Esto nos obliga a repensar los
mecanismos y a crear estrategias de reinclusión, desarrollando planes desde su visión y sus
expectativas de vida.
Acordamos:
Habiendo compartido estas experiencias y reflexionado colectivamente con miradas locales,
nacionales y regionales, acordamos seguir profundizando el modelo de promoción de la
Agroecología, que tiene como centro la agricultura familiar campesina e indígena. Seguir
fortaleciendo los movimientos y las redes mediante encuentro de reflexión y acción a favor de la
soberanía alimentaria, integrando a organizaciones que se encuentran aisladas o alejadas. Así
como también realizar denuncias las amenazas a los sistemas agroalimentarios locales.
Reconocemos, además, que para lograr avanzar hacia la Soberanía Alimentaria y consolidar la
Agroecología como modelo de producción predominante, debemos considerar el territorio como
un espacio de vida que se halla en disputa. Es imprescindible que los Estados desarrollen políticas
públicas específicas y destinen recursos adecuados. Las políticas de fomento a la agricultura
familiar campesina e indígena, así como las leyes que protejan los bienes comunes y el acceso a
la tierra y a las semillas, son fundamentales para que estos sistemas puedan prosperar. Es
necesario un compromiso firme de los gobiernos para garantizar que la agroecología no sea una
alternativa marginada, sino una prioridad en las agendas nacionales. Debemos incidir más entre
los actores del sistema alimentario; productores, consumidores y tomadores de decisión. Solo así
podremos enfrentar las desigualdades, mitigar los efectos de la crisis climática y asegurar el
derecho de nuestros pueblos a alimentarse de manera sana y sostenible.
Seguimos adelante con la fuerza de nuestras luchas en
la construcción del buen vivir.